De «histérica, marioneta y majareta», así califican en twitter los macho man españoles a la popular adolescente sueca y activista medioambiental, Greta Thunberg, que lleva en el candelero mediático desde el 2018, al protagonizar con tan solo 15 años, huelgas estudiantiles en favor de preservar el planeta y evitar el avance del cambio climático, así como sucesivos discursos públicos en foros de tanta envergadura como la ONU o el Foro Económico Mundial, entre otros, haciéndose internacionalmente famosa. Sus palabras, críticas contra la pasividad de la clase política a nivel mundial, que tiene en sus manos la solución al problema global del cambio climático, pero que no quiere actuar para invertir la tendencia destructiva, resultan cuando menos sorprendentes, viniendo de una niña con síndrome de Asperger, trastorno obsesivo-compulsivo y mutismo selectivo, pero con una capacidad verbal y de teatralización impropias para alguien de su edad y con este tipo de enfermedades. Solo se entiende, si rascamos en su biografía y en su entorno familiar: madre-cantante de ópera; padre-actor: abuelo, actor y director de cine cinematográfico, de los que parece haber bebido el talento y la necesidad continua de reconocimiento personal y de exposición mediática con el objetivo de alcanzar el lucimiento. Crudo favor el que sus predecesores le han hecho, sin duda, que con ánimo de seguir alimentando sus propios egos y evitar responsabilidades como educadores han permitido la sobreexposición de su retoño a la perversión informativa orquestada por políticos y medios internacionales, que se han vuelto a salir con la suya: ridiculizar la figura de la activista y eludir sus obligaciones legales y morales.

*Periodista y profesora de universidad