No pasó nada, menos mal. Y eso que una pretendida plataforma ultraconservadora estuvo dando la vara con alguno de los recitados de Kase.O, a la vista de que Ada Colau se marchaba en el AVE y ya no iba a estar en el balcón del Ayuntamiento. Pero la muchedumbre festiva actuó como un mecanismo de descomprensión. Cada cual fue con la bandera que quiso, o con ninguna. Paz y buen rollo, rap y neocostumbrismo. El pregonero, con gran habilidad, se metió a la plaza del Pilar en el bolsillo.

Sin embargo el gran barullo nacional (de Cataluña, de España) sigue ahí. Y existe un significativo sector de la derecha cesaraugustana empeñado en utilizar la coyuntura para llevarse por delante al alcalde Santisteve. Sin moción de censura ni zarandajas, por las buenas. El ambiente se ha enrarecido. Los espacios se han achicado. Es comprensible, a la vista de la cerrazón y el empeño antidemocrático y suicida de los independentistas catalanes. Pero se producen fenómenos alarmantes. Inapropiadas respuestas al desafío de Puigdemont y compañía, soflamas de rancio sabor dieciochojulista, llamamientos a un enfrentamiento final que sólo puede perjudicarnos a todos los españoles, a los que se quieren ir y a quienes queremos se queden. El otro día, en el acto de la Guardia Civil, el propio delegado del Gobierno, Gustavo Alcalde, se marcó un agresivo discurso que puso los pelos de punta a las personas sensibles. Tal vez quiso deshacer el equívoco que provocó su apellido (algunos estaban tan ofuscados que le confundieron con el alcalde propiamente dicho)... El caso es que se desmelenó. No creo que fuese lo más conveniente.

Por otra parte, la política aragonesa atraviesa cambios que pueden ser importantes. La renovación de la cúpula de Podemos ha escenificado una fenomenal paradoja: las candidaturas que apadrinaba Echenique fueron derrotadas de manera estrepitosa, a pesar de representar de alguna manera el aparato previo. Y ahora está por ver si el otro aparato, el del PSOE, sale bien librado, o no, de las votaciones internas que se van a celebrar hoy. Lambán tuvo más avales. Dueso puede arrastrar mucho apoyo oculto. Suceda lo que suceda, podemistas y socialistas están a punto de entrar en una nueva etapa tras más de dos años de idas y venidas, desencuentros, equívocos y zancadillas mutuas.

Cabe suponer que las izquierdas aragonesas, sin olvidar a CHA y a IU, habrán captado la complejidad del momento. En el bando conservador, el despertar del toro español se ha convertido en un impulso que no sólo se enfrenta al soberanismo catalán con un patriotismo antagónico, sino que aspira claramente a revisar el 78 en modo retrógado, recentralizador y reacio a la extensión de los derechos civiles. Si PSOE y Podemos no elaboran un discurso propio (y lo más común posible) para distanciarse de los nacionalismos periféricos, si no se expresan con voz propia movilizando a la sociedad al estilo integrador y civilizado de Hablemos-Parlem, la confrontación entre patriotas centrípetos y centrífugos ocupará todo el escenario, impedirá un diálogo constructivo... y acabará muy mal.

Y aquí, de momento, fiesta mayor.