La recién concluida edición de las Fiestas del Pilar ha satisfecho a quienes las disfrutaron como vecinos de Zaragoza u ocasionales visitantes. En la escueta lista de lo negativo hay que incluir algunos accidentes e incidentes, el extraño problema en la línea del tranvía durante la noche del último sábado y muy poco más. Por contra, la práctica totalidad de los actos programados se desarrolló no solo con normalidad sino con auténtica brillantez. El actual modelo de festejos, constantemente renovado dentro de una acertada continuidad, ha demostrado sus bondades.

Desde el primer minuto, cuando el rapero Kase.O supo manejar a la perfección la plaza del Pilar, hasta los fuegos artificiales que cerraron el programa, las fiestas desgranaron una auténtica catarata de conciertos, espectáculos, encuentros y actividades infantiles, en unas calles y unos recintos llenos a rebosar. Con el clima prolongando el verano hasta un límite increíble, el centro de la capital aragonesa se convirtió en un enorme paseo ciudadano tan abarrotado como alegre.

Así, las fiestas del Pilar aparecen como la actividad municipal más estable, consolidada, unitaria y exitosa. Ojalá Zaragoza dispusiera de otras ofertas tan tocadas por el consenso político y social, capaces por ello mismo de imponer su continuidad por encima de los cambios habidos al frente del consistorio. Siempre nos quedará octubre.