Esto de ser político tiene muy pocas ventajas, por más que muchos de ustedes crean que es un chollo. Para nada. Los sueldos no son gran cosa (salvo que se meta mano en el cajón); el trabajo, constante y muy exigente; las satisfacciones, mínimas en un oficio que te obliga a ser una especie de sufrido muñeco del pim-pam-pum. Esta semana, si lo recuerdan, la estructura interior del Hotel Ritz de Madrid se vino abajo mientras se procedía a una rehabilitación integral del edificio. De inmediato, en las redes sociales, los energúmenos habituales empezaron a clamar contra el Ayuntamiento culpando del desastre a la alcaldesa Carmena (que por cierto a esas horas bastante tenía con reponerse de un serio accidente doméstico). En Zaragoza, en el Pilar de hace dos años, pasó algo parecido: una pieza de la carpa de la Oktoberfest cayó e hirió a una mujer. Rápidamente se quiso responsabilizar de ello al concejal Cubero (perfecto capacico de todas las hostias), cuando obviamente a quien había que poner en el punto de mira era a la empresa autora del montaje y sobre todo al técnico que había firmado (y cobrado) el correspondiente proyecto.

Las fiestas patronales de cada ciudad y pueblo son un momento muy importante del devenir municipal. Ahí los ayuntamientos se la juegan. La satisfacción vecinal tiene mucho que ver con el óptimo desarrollo de un cachondeo donde, sin embargo, intervienen otros actores: funcionarios, empresas y técnicos privados, cantantes, artistas, feriantes, toreros, vendedores callejeros y hasta carteristas. También tranviarios, como se verá. Eso sí, si pasa algo malo, ya se puede preparar el alcalde.

Los últimos sanlorenzos han dado al traste con la coalición que gobernaba Huesca en aparente y constante colaboración y lealtad mutua. Dos presuntas agresiones sexuales (cuyas circunstancias no acaban de estar claras, y una de las cuales ni siquiera fue denunciada) provocaron enfrentamientos y polémicas, durísimas críticas al alcalde Felipe y finalmente la ruptura de este con Cambiar Huesca, a cuyos concejales echó del gobierno.

En Zaragoza, los próximos pilares («inclusivos y descentralizados») se presentan inciertos y repletos de malos augurios, que ojalá no se cumplan por el bien de todos. La carpa del Párking Norte, el mayor recinto previsto no se instalará porque la concesionaria se echó atrás, después de un proceso de adjudicación complicado, dilatado y en el que todos los participantes (empezando por el Gobierno de Aragón, dueño del solar) han jugado a la contra. De rebote, Interpeñas sufre una seria crisis interna y se ha fracturado. Hay polémica, confusión y mala leche. Para colmo, los conductores de tranvías han anunciado paros que coincidirán con los pilares, y aunque no afectan a las horas punta de los festejos, causarán también importantes perturbaciones. Redondo.

El alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, ha dicho que todo esto no le preocupa. Lo cual significa a) que adopta ante las circunstancias esa actitud serena y estoica propia de los héroes griegos, o b) que está más aislado y ajeno a la realidad que un emperador chino en la Ciudad Prohibida. Tal vez esto último, porque su capacidad para controlar los acontecimientos parece escasa tirando a nula. No es que tenga la culpa de nada (o de casi nada), es que la ciudad (fiestas mayores incluidas) va a su bola y se está descarrilando.

!Ah!, y hoy son las primarias del PSOE zaragozano. Pero de eso... ya hablaré otro día.