La Comisión investigadora del Congreso de los Diputados ha llegado prácticamente al fin de sus trabajos en medio de una generalizada división de opiniones, tanto en la parte correspondiente a los más ilustres comparecientes como por lo que respecta a la propia opinión pública, que no acaba de ver claro el objetivo de tanta pesquisición. O interrogatorio , como decía, con cara de comisario, el diputado Zaplana, esforzándose por emular a Perry Mason , pero sin pasar de Plinio .

Las comisiones de investigación son, por supuesto, necesarias. Aunque no se televisaran íntegra o parcialmente, deberían constituirse con mayor frecuencia, a modo, también, de una especie de departamento de "asuntos internos" capacitado para descubrir posibles abusos de la clase política, y actuar en consecuencia. Sería una manera de combatir las corruptelas de los gobiernos, pero también de los representantes de la oposición que incurriesen en cualquier tipo de irregularidad. Mucho me temo, sin embargo, que tardaremos bastante en asistir a la siguiente, y que éste recurso parlamentario, hiperbolizado por el 11-M, se habrá casi agotado para que lo que de legislatura resta.

Teniendo en cuenta que los miembros de la comisión que ha investigado los atentados islamistas ha estado compuesta por miembros de los distintos partidos, resultaba imposible, en el caso que analizamos, deslindar sus interrogatorios de los intereses de sus siglas. Unos y otros, inevitablemente, tendían a establecer conclusiones acordes con las posturas que mantuvieron en las últimas cuarenta y ocho horas de la campaña. De ahí que el rumbo de las preguntas y respuestas se desviara hacia conceptos redundantes o ajenos, interpretativos o sectarios, y en escasa relación con los hechos.

Estos, curiosamente, han sido, en el fondo, los grandes ausentes en los trabajos de la comisión. Por parte de Aznar no hubo apenas aportaciones en este sentido. Las investigaciones judiciales, policiales, o las aportaciones de los medios de comunicación han servido para informar un poco más a los españoles sobre la preparación y ejecución de los atentados, pero nuestra opinión sigue sin conocer en profundidad la trama de que fue víctima, y de cuyas reminiscencias podría volver a serlo.

Esa sensación de cívica y oscura inseguridad ha sido de algún modo subrayada por las comparecencias de los líderes. Sus discrepancias y disputas personales en torno a la pérdida o conquista del poder han enturbiado la visión de las circunstancias delictivas, sus operativos, sus jerarquías y ramificaciones, sus intelectuales y cómplices. No sabemos si España se enfrenta a una serie de comandos desconocidos, capaces de actuar con la misma contundencia, o simple y trágicamente aguarda el sangriento despertar de las células durmientes.

No sabemos si nuestras fuerzas de seguridad están realmente dotadas y preparadas para abortar esa amenaza, ni quién ha sido el responsable de los fallos de coordinación y prevención.

Demasiadas incógnitas para felicitar a los detectives parlamentarios, que se dejan más de un cadáver en el armario.

*Escritor y periodista