En los sistemas democráticos, al ministerio fiscal se le encomienda la misión de defender ante los tribunales los derechos de los ciudadanos, procurando que por encima de todo se esclarezca la verdad. Esa verdad es la que presuntamente busca la comisión parlamentaria que investiga lo que ocurrió en torno a los atentados del 11-M en Madrid, aunque no parezca que algunos comparecientes estén por la labor. Hasta el momento, la declaración más esperpéntica --en un país plenamente democrático sería causa de un proceso-- ha sido la del señor Fungairiño, para más inri fiscal jefe de la Audiencia Nacional. Este señor, a quien pese a sus burlas a la democracia nadie ha suspendido de empleo y sueldo, se ha burlado del Parlamento nacional, y por tanto de cuantos en él están representados, al declarar que no se había enterado de aspectos fundamentales para la investigación hasta el día de su comparecencia. Ante semejantes declaraciones, sólo caben dos explicaciones: o el señor Fungairiño miente y hace trampas, o no se enteró de nada. En cualquier de los dos supuestos, este graciosillo debería ser depuesto de inmediato, sea por mentiroso o por incompetente. Ayer mismo, mientras el señor Aznar se lleva a su casa papeles confidenciales del estado, el señor Jorge Dezcallar, durante los atentados jefe del CNI, declaró en la misa comisión que se enteró de ciertos detalles del caso por la prensa. A la vista de estas declaraciones, no me extraña que nadie pusiera todos los medios necesarios para evitar atentados como aquéllos.

*Profesor de universidad y escritor