El éxito del PSOE puede deberse a una variada suerte de factores. Sin descontar, en primer lugar, el nuevo fenómeno político de la división de la derecha, que tanto le está rentando. Porque si el PP de Mariano Rajoy se benefició claramente con al ascenso electoral de Podemos, y con la consecuente división de la izquierda, el PP de Pablo Casado acaba de atragantarse con una fuerte dosis de su propia medicina. La aparición de Vox no ha sido para la derecha panacea, sino una cucharada sopera de aceite de ricino.

Pedro Sánchez ha ganado con claridad, con rotundidad, demostrando que sus planteamientos internos, por lo que respecta a su progresiva renovación del PSOE, cimentada sobre el apoyo de las bases, y su acción externa, en cuanto a la proyección de su ideología hacia la sociedad española, han funcionado como un reloj. ¿De quién es el mérito, suyo o del conjunto del partido? ¿Qué ha funcionado mejor, la flor del candidato o la rosa socialista?

La victoria del PSOE abre un período de incertidumbres en cuanto a la formación de gobierno y el reparto de carteras, si llega a haberlo, pero abre un período de estabilidad en torno a una mayoría de izquierdas, o de centro izquierda, si Ciudadanos llega a sumarse al nuevo proyecto, claramente representativo de un país abierto y plural, como es la España actual. Complejo, difícil de gobernar, pero volcado en la defensa de las libertades individuales y colectivas, y de los logros democráticos y autonómicos.

El PSOE de Sánchez ha ganado también gracias a su moderación, a su constante apelación al diálogo, y a su renuncia a tomar decisiones en caliente, maximalistas o precipitadas que pudieran haberle encerrado en callejones sin salida.

Por encima de ideas e idearios, de gestos y gestiones, ha ganado por estrategia. El equipo de Sánchez ha sabido aprovechar a la perfección el hueco dejado en el centro de las fuerzas contrarias para atacar por allí con contundencia y escorar el voto de un PP mal dirigido y al final asediado también por sus supuestos socios, que ya veremos si lo siguen siendo, una vez se hayan reorganizado la oposición.

La flor, la rosa y un buen plan de batalla.