Muchos jugadores han caído escaleras abajo en el Real Zaragoza en los últimos años. Decenas de ellos, buenos, regulares, malos y muy malos, han convertido el pasillo de entrada y de salida a las oficinas de la SAD en un desfile interminable. Borja Iglesias es el ejemplo contrario: ha caído de pie y en gracia. Coincidió ayer la llegada a La Romareda de la expedición de la plantilla con la presentación de Vinícius y la muchedumbre que había acudido a ver la puesta de largo del brasileño agasajó a su nuevo héroe tras la exhibición de Córdoba. El delantero es la bandera de este nuevo proyecto y el jugador que está enamorando con sus goles, con su categoría profesional, con su excelente nivel, su implicación y su flow. Al margen del juego, Borja ha sabido generar una corriente de simpatía a su favor y ha tocado el corazoncito del aficionado zaragocista por su cercanía, en el cara a cara y en las redes, donde sería matrícula de honor en empatía.

El delantero es la gran noticia de este inicio de campeonato y el protagonista principal de la primera victoria de la temporada, que una vez más ha puesto de manifiesto la acusada bipolaridad del Real Zaragoza contemporáneo, capaz de viajar del estado más depresivo al de mayor optimismo en días. De Tenerife a Córdoba. Tener a Borja en la plantilla es una bendición, aunque no debería ocultarlo todo. El Zaragoza ganó en El Arcángel, tuvo personalidad para soportar el temporal cuando lo hubo y encontrar la victoria. Tuvo a un gran Toquero, a un esperanzador Febas y un jugador definitivo. Pero de medio campo hacia atrás no anduvo bien. Entre la natural euforia popular, ahí es donde deben poner el foco los profesionales.