Sabemos que el folklore es una tradición muy del medievo que se desarrollaba en los pueblos para festejar acontecimientos religiosos y paganos. Era la cultura popular la que se manifestaba a través de las costumbres, creencias y artesanías, una manera de comunicación y convivencia, sin olvidar el trasfondo comercial de mercado. Al cabo del tiempo se creyó que la cultura debería ser otra cosa que festejos y conmemoraciones, y evolucionó hacia la intelectualidad del hombre y de la mujer, hacia una visibilización del pensamiento, de la creatividad, porque ahí radicaba la esencia de la evolución hacia el conocimiento. Y por ahí hemos andado muchos años convencidos de que todo eso se transformaría en progreso. Pero cuando más seguros estamos de ello, los responsables políticos nos cuentan que la cultura es conmemorar hechos históricos, por eso nuestro alcalde Belloch, en vez de apostar por una cultura de proyección contemporánea, por sus intelectuales y artistas, y vender una imagen competitiva, equiparable a otras ciudades europeas, prefiere recordarnos cómo César Augusto fundó Caesaragusta, un hecho histórico de estudio escolar que no va más allá, pero claro, el rendimiento populista de las recreaciones históricas da mucho juego a los alcaldes. Puede ser que, en todo esto, haya una buena voluntad para atraer al turismo, pero por desgracia, nuestras ruinas romanas son pocas y mal conservadas (recordemos las murallas), invertir 80.000 euros en este bimilenario cuando hay otras necesidades que clama la ciudad, no sé qué pensarán ustedes, pero a mi me hace duelo. Para eso que traigan a los Rolling Stones que también son históricos y meten más marcha. Pintora y profesora