Besar a la fuerza a una menor y manosearle los senos y los muslos es para el presidente de la Xunta una "conducta incorrecta", no un abuso sexual. Como Fraga no pierde oportunidad de ejercer esa doble moral que esgrimen sin pudor los cavernícolas, ha calificado el abuso cometido por el alcalde de Toques de "menudencia" y dice que es el resultado de la libertad sexual que ahora disfrutan los jóvenes. O sea, que diga lo que diga el juez, el alcalde ha sido víctima de una cría de dudosa catadura moral.

El PP, que para estas cosas de los derechos y la libertad de las personas suele ser muy lento de reflejos, quiere expulsar al alcalde de Toques, pero no sabe cómo. Y ya es curiosa la cosa porque todos sus dirigentes han dado clases magistrales a Maragall para que echara a Carod Rovira. Tan ocupados han estado en la desfachatez del republicano catalán que ninguno ha expresado la más mínima crítica a Fraga, ni un correctivo para quien aún debe añorar el derecho de pernada. Todos guardan el mismo silencio cómplice que mantuvieron cuando la directora del Instituto de la Mujer editó un libro en el que se hace apología de la violación sin que a Zaplana se le arqueara una ceja.

La línea de la ética es clara y muy recta, y el presidente de una comunidad autónoma no la puede transgredir porque pierde automáticamente la autoridad moral, aunque la tenga duplicada. La ética política, algo que desgraciadamente no contempla el resultado de las urnas, debería impedir que un pederasta siga siendo alcalde. Ya lo era cuando se presentó a las elecciones, pero no era tiempo para "menudencias".