Se lió la marimorena tras el manifiesto rubricado por cien francesas contra la supuesta caza de brujas que implicarían las campañas del #MeToo (Yo también) y su equivalente en Francia (Delata a tu cerdo), una polémica tan encendida que ha obligado a la actriz Catherine Deneuve a retractarse de la firma. La carta, publicada en Le Monde, viene a decir que el flirteo insistente o torpe «no es un delito» ni la galantería «una agresión machista», y contiene algún sustrato de verdad: la irrupción de un revisionismo cultural puritano, apuntalado por cierto feminismo hiperventilado, según el cual habría que reescribir el cuento de La bella durmiente, para que el beso del final fuera consentido.Creo que la proclama peca de frivolidad y es una pifia en su conjunto porque banaliza el grueso del asunto: no estamos hablando de coqueteo, sino de acoso, hostigamiento, violencia verbal, tocamientos indebidos, humillación y situaciones angustiosas donde el hombre ejerce abuso de poder. El problema persistirá hasta que mujeres y hombres nos unamos frente a los acosadores. Señalar al cerdo no significa odiar al hombre. Este es el argumento que esgrimía la exministra Ségolène Royal. A su juicio, el manifiesto de la Deneuve y compañía «es la contrarrevolución de las privilegiadas contra las desposeídas». La actriz hablaba desde una posición de privilegio. No es lo mismo ser el mito intocable que protagonizó Belle de jour que una cajera de supermercado, una kelly, una estudiante o cualquier mujer que necesita hasta el último céntimo de su sueldo para pagar el alquiler. H *Periodista