Soy docente en Francia. Vine a este país hace más de veinte años, con una licenciatura de la Universidad de Zaragoza en Filología. Primero trabajé en dos universidades como contratada, después aprobé las oposiciones a secundaria y me convertí en funcionaria de este país. Todo eso fue gracias a acuerdos solidarios ultra fronterizos que están despareciendo con las políticas de un país y de otro. Soy docente en Francia y defiendo los valores de la república que los españoles y las españolas tanto idealizamos desde la distancia y pensando que después de los Pirineos el paisaje es menos agresivo: la libertad, la igualdad y todo eso. Todo es mentira. El mismo país que fue protagonista del más hermoso siglo de las luces ha entrado en el de las sombras más siniestras: el de Macron y su gobierno. Los pilares de una sociedad son la educación, la sanidad y el derecho a un techo. Los tres están quebrantados en Francia. En educación llevamos en pie de lucha desde el mes de octubre, oponiéndonos a la peor reforma educativa probablemente de la historia, la llamada Loi Blanquer, la que hace que los establecimientos rurales se queden sin las mismas oportunidades que el resto, que los institutos del centro sean los menos perjudicados, que los estudiantes con dificultades tengan todavía más, que privilegia a la clase privilegiada, mise en abîme, y que se ha puesto en marcha sin la consulta previa de los principales actores y actrices, que somos los docentes y los estudiantes. Compañeros míos han pasado horas en comisaría sólo por estar detrás de una pancarta, se nos ha echado gas lacrimógeno, en el instituto de Montauban, a unos kilómetros de la ciudad donde resido, a algunos profesores se les ha encerrado en una aula y se les ha regado con lacrimógeno como si fueran ratas, hay gente que lleva más de un mes en huelga indefinida, existen listas de docentes, se nos está negando la libertad de expresión, ayer nos esperaban más de diez camiones de antidisturbios a las seis de la mañana en la puerta del rectorado, que debería ser nuestra casa, se está utilizando a los estudiantes como ratas de laboratorio, se nos está negando la libertad de enseñar la verdad en clase. Y este artículo, o lo que sea, es solamente una llamada de socorro. Y es seria. Necesitamos que esta información atraviese la frontera, que sepan lo que nos está pasando, que nos apoyen, lo mismo que hace muchísimos años y finalmente no tantos Picasso convirtió el eslogan Aidez l’Espagne en una llamada de solidaridad que se convirtió en símbolo, lo mismo que en Toulouse existe un muelle en el río Garona llamado el de los republicanos españoles, lo mismo que por una extraña casualidad, el instituto donde se encerró a docentes con llave en el aula está en Montauban, donde está enterrado Manuel Azaña. Ayúdennos: sólo léanos, hablen de nosotros y de nosotras, de la importancia de la educación, y de que Francia es mentira. Ya sé que allá las cosas tampoco están bien, que están peor, pero no se trata de comparar. Se trata de que nos ayudemos. Yo me niego a seguir las pautas de mi manual escolar donde se tergiversa la verdad sobre el país de donde vengo, les hablo a mis alumnos y alumnas de la tasa de desempleados, del desasosiego, hago pasar la información. Ayúdennos, Aidez la France. Compartan la información. Aquí lo estamos haciendo.

*Profesora de español en un instituto de secundaria en Toulouse y miembro del sindicato Sud Education