!Qué codazos, qué zancadillas, qué maniobras en la oscuridad, cuantos pactos previos, cuánta llamada de teléfono (oye, que hemos pactado esto, a ver si lo apoyas), qué manera de tejer alianzas, de pasarse facturas, de amenazar con pasarlas en el futuro, de pedir perdón por los errores cometidos y volver a la casa del Padre, que pucherazos informáticos! Todo con tal de situarse adecuadamente en las listas y asegurarse cuatro añicos más. ¡Cuánto afán de servicio público! ¡Cuánta vocación política! ¡Cuánta generosidad! Y también cuanta ambición legítima o no, cuantas ganas de no volver al paro o a su puesto de trabajo de poca categoría o peor pagado. En los viejos partidos y en los nuevos. Cada vez más candidatos, y esto es lo malo, a jubilarse en la política. Franco permaneció en el poder casi cuarenta años. El presidente argelino, Buteflika, de 82 años, quería presentarse a su quinto mandato asegurándose el puesto hasta 2024. Se discute si tales «carreras» son o no convenientes. Para los interesados parece que sí. Expertos en apoderarse de los mecanismos internos, tejer las alianzas oportunas y cultivar sus propias clientelas, consiguen permanecer 20, 30, 40 años o hasta la muerte, convirtiéndose en «expertos» en todo. Sé de un caso que un amigo bienintencionado le aconsejaba al chaval que estudiara, obteniendo como única respuesta que no, que él quería ser político. Cuarenta años después lo está consiguiendo y sin estudiar. Mucha gente clama por la limitación de mandatos. Pero nada. No les conviene oír. Hasta la muerte.

*Profesor de universidad