Si <b>Franco</b> levantara la cabeza…!». El latiguillo, recurrente entre una generación de nostálgicos de la que quedan cada vez menos representantes, se ha convertido -paradojas de la posmodernidad- en una realidad contrafáctica. Al menos, en términos mediáticos: desde la desaparición del No-do, el caudillo no había protagonizado tantos minutos de televisión y radio, tantas páginas en los diarios… Pero también en términos políticos, con la proliferación de iniciativas legislativas y mociones en las instituciones representativas. Más dudoso resulta, en cambio, que la figura del dictador sea, cuarenta y tres años después de su fallecimiento, un tema de conversación espontáneo y recurrente en las sobremesas de los españoles. Resulta paradigmático al respecto que, ante la imposibilidad de aprobar los presupuestos del año que viene, el actual gobierno se aferre a la exhumación de los restos de Franco como su principal objetivo político.

Sin duda, esta oleada revivalista en torno a nuestro pasado tiene como punto de partida la aprobación de Ley de la Memoria Histórica impulsada en 2007 por el anterior ejecutivo socialista, bajo la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero. Aquel intento de hacer justicia con las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo rescató del olvido las historias de muchas familias que no habían podido dar digna sepultura a sus familiares o, siquiera, identificar el lugar donde se hallaban. De hecho, todavía quedan hoy personas que no han podido poner una placa conmemorativa sobre los restos de sus antepasados, y esta es una obligación que el Estado hizo bien en asumir como propia (aunque no se asignaran los fondos para actuar en consecuencia). Sin embargo, este legítimo resarcimiento dio paso al surgimiento un debate autorreferencial que forma parte de las “guerras culturales” que han cavado una nueva trinchera entre la izquierda y la derecha de nuestro país. El aborto, el papel de la Iglesia en la sociedad, los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBI y su relación con el modelo de familia tradicional…, todos estos asuntos han sustituido a otros elementos ideológicos -como la fiscalidad, la intervención pública de la economía o la organización territorial- en el debate público. Caracterizados por una aproximación emocional, basada muchas veces en creencias y prejuicios falsos, estos nuevos planteamientos resultan ajenos a la lógica de diálogo y transacción propia de la política parlamentaria.

¿Hay que retirar los restos del dictador del Valle de los Caídos? A primera vista, en la respuesta a estas cuestiones no caben las medias tintas, sólo el oprobio de unos ciudadanos sobre otros en función de su posicionamiento. Sin embargo, todo parece indicar que esta polarización inducida está muy lejos de reflejar las posiciones reales de los españoles, independientemente de cómo se sitúan ideológicamente. Así, la autoubicación ideológica media recogida por el CIS oscila desde 1996 entre el 4,4 y el 5,1, en una escala en la que el 0 se identifica como la extrema izquierda y el 10 como la extrema derecha. Y el porcentaje de aquellos que se sitúan en las posiciones más a la derecha (9-10) supone a día de hoy un 2,3% de los encuestados. Más allá de su eco mediático -y de unas subvenciones cuestionables- asociaciones como la Fundación Francisco Franco tienen una implantación anecdótica en la sociedad española. No hay más que comparar el número de personas que acuden cada 20-N al Valle de los Caídos con la concurrencia de otras movilizaciones como las del Primero de Mayo o la del Día Internacional de la Mujer.

Por otra parte, resulta muy dudoso que la implementación de una damnatio memoriae al estilo romano, en un esfuerzo desmedido por borrar de nuestro imaginario el más mínimo rastro del régimen anterior, vaya a contribuir a mejorar la calidad de nuestra democracia. Al contrario, el mal disimulado intento de situar al oponente político fuera del terreno de juego democrático que está detrás de estas políticas sólo puede traer más confrontación y polarización a una sociedad que, pese a ello, se ha mostrado hasta ahora muy poco proclive a volver a cometer los errores del pasado. H *Periodista