Nada más injusto que concluir con el sonsonete de "todos son iguales". Me repugna dicha expresión, utilizada muy a menudo por quien en su vida se han comprometido en nada o están recién llegados al escenario. Cuando estalló el escándalo de Andalucía la caverna mediática se lanzó en tromba aprovechando el asunto para machacar a UGT y por extensión a todo el movimiento sindical, sin distinguir el polvo de la paja, sin esperar sentencias y pasándose por el arco del triunfo aquello del derecho a la presunción de inocencia. Los sindicatos molestan, sobran, son algo del siglo XIX, he escuchado a algún tertuliano al servicio de quien le paga. Cuanto menos importancia tenga la negociación colectiva y más fracturadas estén las clases trabajadoras (incluidas las clases medias), mejor para el empleador. Y también para el Gobierno, porque a sindicatos más débiles, menos derechos sociales. Este es un dato empírico. ¿Qué tienen que decir ahora cuando el fraude en las subvenciones para la formación a la patronal madrileña dobla las cifras de Andalucía? 15 millones de euros gracias a un entramado construido en las narices de Esperanza Aguirre. La cifra es el doble de la que se está investigando en Andalucía. ¿Habrá que disolver ahora alguna organización empresarial? ¿Se dará por aludida doña Esperanza y comparecerá ante la necesaria comisión de investigación? ¿Los periódicos y televisiones de la caverna dedicarán al menos la mitad de tiempo a denunciar los tejemanejes de la patronal madrileña? Profesor de universidad