Mueve las caderas. Desliza los pies y se gira hacia la cámara. Levanta los brazos y lleva la cabeza de un lado a otro. Chasquea los dedos y sonríe. Después de este chico, aparece otra joven. Tiene una larga cabellera morena. Va vestida con americana roja y camiseta roja y con los labios pintados de rojo. Sus zapatillas son verde fluorescente. Todo color. Baila al mismo son. Se contonea y sonríe. Sobre todo eso, sonríe. Son dos de los seis jóvenes que han sido detenidos en Irán por difundir un vídeo a través de las redes bailando la canción Happy, del norteamericano Pharrell Williams. Este vídeo, en el que chicos y chicas bailan juntos, lo han visto decenas de miles de personas en todo el mundo.

Ser feliz a pesar de algunas de las circunstancias de ese país es un milagro. Demostrarlo públicamente es un delito. El jefe de la policía iraní salió ante los medios para decir que el vídeo es "vulgar" y "daña la castidad pública". Si no fuera porque es real, parecería un mal chiste. Busco algo más de información sobre los protagonistas de la historia. Y gracias a las redes sociales identifico a una de las chicas. Es fotógrafa de moda. Se llama Reihane Taravati y en su cuenta de Instagram se pueden ver imágenes que podrían ser de una joven iraní o de cualquier lugar del mundo. Eso sí, en su último comentario dice que ya ha vuelto (tras ser detenida), que se encuentra bien y agradece las muestras de apoyo. Pero además denuncia que no tiene acceso a su cuenta de Facebook porque parece haber sido bloqueada. A todo esto, la televisión iraní emite unas imágenes en las que exhibe presuntamente a este grupo de jóvenes (no sabemos si son ellos, porque están de espaldas; tampoco sabemos si hablan coaccionados) arrepintiéndose y explicando que el director del vídeo les dijo que era un casting y que no se colgaría públicamente en la red. Panorama desolador por el castigo que se avecina. Solo una pequeña luz en la oscuridad. El presidente de Irán, Hassan Rohani, escribe un tuit en su cuenta desde su viaje oficial a China. "La felicidad es un derecho de la gente", dice. Y añade: "No debemos ser demasiado duros con las conductas que son producto de la alegría". Es un buen gesto, una línea algo más aperturista que su antecesor... pero no servirá de nada, serán solo palabras, si el juicio contra los seis jóvenes sigue adelante y son condenados por exhibir su felicidad. Y eso no depende solo de él en un país en el que en realidad mandan los Guardianes de la Revolución y no quien ha sido elegido por la gente. Por eso es un milagro que existan jóvenes con la valentía de llevar la contraria al poder y a sentencias como la que aparece en la película Persépolis: "Teníamos tantas ganas de ser felices que acabamos olvidando que no éramos libres". Ellos no lo han olvidado.

Periodista