Llego de pasar una semana en Manhattan, y el espectáculo que no me he perdido ni un solo día ha sido pasar por delante de la Torre Trump. Hay un set permanente montado en la Quinta Avenida, con cámaras, fotógrafos, manifestantes, turistas y curiosos que miran hacia arriba como esperando a que pase algo. Allí está encerrada en su torre la señora Trump. Al otro lado de la calle, como 25 policías armados con metralletas resguardan la torre mientras manifestantes gritan: «¡Love not hate makes American great!» (¡El amor, no el odio, hace grande a América!). Dos policías te revisan el bolso si quieres ir a comprar a Gucci o a Armani. Miro otra vez hacia arriba, me imagino a Melania encerrada en su torre, y de alguna forma los que estamos abajo esperamos a que nos tire su trenza para poder salvarla. Pero ella ¿quiere ser salvada? Un señora que se enamora, se casa y tiene un hijo con alguien como Donald Trump no es una mujer cualquiera. No podemos empatizar con ella. Solo podemos hacerlo si la victimizamos. Si la convertimos en una mujer maltratada, humillada y triste. Entonces nos da pena y la queremos liberar. Es muy probable que no solo no sea feminista, sino que también sea machista, racista, homófoba, islamófoba y muchas cosas más. Una mujer moderna, tolerante y abierta de mente jamás se casaría con un hombre como Donald. A menos, claro, que lo hiciera solo por dinero. Entonces la dejo ser feminista, pero no me da la gana salvarla. La campaña viral #FreeMelania cada día tiene más comentarios, pero deberíamos cambiar la etiqueta por #FreeUSA o #FreeMundo. H *Escritora