Resulta agradable salir a pasear en estas calurosas noches de verano para tomar la fresca. Sentarse en un banco de cualquier parque de la ciudad medio adormecida, bajo la lánguida luz de una farola. Disfrutar de la quietud del silencio tan solo roto por las alegres voces de grupos de niños que juegan en los columpios, mientras sus padres disfrutan de relajadas e intrascendentes conversaciones.

Algunas familias irán al pueblo a pasar la quincena de vacaciones que les queda, otras irán tan solo los fines de semana y dejarán a los niños allí con los abuelos para que disfruten de la naturaleza y de la vida rural que ya no tendrán una vez comience el nuevo curso escolar en septiembre. Otras, por fin, guardaron algunos días para las fiestas patronales de San Roque y la Virgen de agosto.

Tomar la fresca sienta tan bien después de estos días de tanto calor… ¡Y aún hay quien dice que lo del cambio climático es un cuento! Y es que, de día y bajo tan deslumbrante sol, hasta a las golondrinas y a los oncejos les cuesta salir a planear, como tan solo estas aves saben hacer, a la caza de moscas y mosquitos.

ALGUIEN SE DEJÓ el periódico de hoy, embutido entre las regachas de las verdes tablas de un banco próximo, y su breve inquilino -que lo acaba de descubrir- desdobla perezosamente sus páginas, las cuales aproxima a unos tenues rayos de luz que, emanados de una farola próxima, se desvanecen levemente sobre una de las esquinas de su largo asiento.

¿Qué titulares de portada podrá el periódico tener? Imaginemos: «Nuevo naufragio de un barco de inmigrantes africanos en el Mediterráneo. Podrían haber muerto ahogadas decenas de personas»; «Cataluña continúa adelante con el referéndum inconstitucional»; «Venezuela, estrujada en manos del dictador Maduro», «Plurinacionalidad y nación de naciones: España, un Estado discutido y discutible», «Ante la indiferencia de Europa, continúan las masacres y la guerra en Siria», «Trump envía la primera factura de su muro a los mexicanos».

Leídos así, a la fresca, en el silencio de la noche, estos titulares pierden la fuerza de su terrible significado. Como el que ha de ocurrir el próximo 21 de agosto, vivimos en la cultura y sociedad del eclipse, en las que se oculta la verdad bajo la redundancia de banales estereotipos. Nuestro mundo ha aceptado el trasvase de la vida real a la ficción de un escenario, y reducido el extraordinario periplo vital de la humanidad al dictado de un simple y mediocre guion apócrifo, sin margen para la improvisación.

Sin embargo, aún sigue habiendo una oportunidad para la esperanza, según lo esbozó Melville en El vendedor de pararrayos: «La tormenta se repliega y en el arco iris, sobre el cielo azul, leo que la Deidad no hará la guerra a la tierra del hombre».

*Historiador y periodista