Para que no haya ninguna duda: yo no leo la revista ¡Hola!, la estudio. Conozco a toda la parentela de la realeza y la aristocracia europea, con sus legítimos, sus ex y sus furtivos. No hay historia sentimental que se me resista, ni de esta tropa de ociosos ni de esa otra que vive del arte, del aire o regurgitando su propia vida a cambio de dinero. Las exclusivas en ¡Hola! se pagan muy bien pero hay que ofrecer felicidad, pasión, carnaza, ansia viva en una palabra. Pues sepan que con todo lo que me he metido en el cuerpo sobre enamoramientos, rupturas, casorios y embarazos, creo que nunca he leído nada más cursi que el comunicado de Irene Montero anunciando su embarazo: «Pablo y yo hemos emprendido un camino que resolverá nuestras emociones, transformará mi cuerpo y llenará nuestras vidas de belleza». ¿Cabe más merengue? ¡Sí!, en la respuesta de Pablo, lleno de felicidad imaginándose cantando poemas a sus niños «contigo, Irene». A Iglesias le gustan los comunicados tanto como le pierden. «Ojalá no tuviera que escribir esto aquí, pero ya no somos pareja», escribió tras romper con Tania Sánchez. Luego se quejan del escrutinio público al que se ven sometidos después de comprar un casoplón de 660.000 euros: «Solo queremos que nuestros hijos puedan vivir su infancia de forma normal», dicen. Permítanme esta frivolidad en medio de tanta corrupción, tanto rollito ético y tanta playa catalana convertida en cementerio: con una exclusiva en el ¡Hola! los Iglesias Montero podrían amortizar la mitad de la hipoteca. Economía circular que se dice.

*Periodista