Pablo Rodríguez Suanzes ha escrito en 'El mundo' sobre los 70 años de la declaración Schuman, reconocida como el nacimiento de la Unión Europea. Señalaba las dificultades actuales y lo osado que fue el proyecto. La profesora Belén Becerril destacaba que Schuman, De Gasperi y Adenauer eran demócratas cristianos, católicos preocupados por la cuestión obrera, hablantes de alemán y originarios de zonas fronterizas.

Marc Bassets escribía en 'El País' sobre cómo, con la pandemia, de pronto habían surgido fronteras donde muchos de los habitantes ya casi las habían olvidado. Anne Applebaum escribía sobre la derecha reaccionaria, poderosa en numerosos lugares. A su juicio, representa el fin de la revolución Thatcher-Reagan: el rechazo al neoliberalismo y a la combinación de confianza en el mercado y progresismo social de la tercera vía. Pero tampoco son conservadores. Son nacionalistas, críticos con la globalización. Por decirlo en palabras de John Gray, después de la nueva derecha viene la vieja derecha: nostálgica, nacionalista, autoritaria, antisemita.

Taurus ha publicado 'Rasgos del nuevo radicalismo de derecha', una conferencia de Theodor W. Adorno de 1967. La preocupación del autor era el éxito electoral del NPD, un partido de extrema derecha. Adorno hablaba del temor al desclasamiento y «el espectro del desempleo tecnológico» por la automatización; el miedo y el resentimiento se alimentan de una especie de «deseo inconsciente de la catástrofe». Que el nacionalismo no ofreciese una solución no era decisivo: «a menudo sucede que las convicciones y las ideologías adoptan su carácter verdaderamente destructivo justo cuando de hecho ya no son fundamentales».

Adorno destaca la «constelación de medios racionales y fines irracionales»: «En los movimientos de extrema derecha la propaganda constituye de por sí la sustancia misma de la política». Es una ideología fragmentaria, que recurre a la personalidad autoritaria y da una importancia exagerada a los símbolos. Entre sus trucos destaca el engaño, que se basa sobre todo en la descontextualización, aunque a veces «se funde con la famosa técnica hitleriana de contar las mentiras más burdas» o utiliza el «método salami», donde vas matizando una parte para poner en duda lo general, y el «formalismo». El nacionalismo se concentra en puntos sensibles (el victimismo, diríamos ahora); pide castigos severos a las afrentas. El libro es interesante por sus parecidos y diferencias con la política actual, no solo en la extrema derecha.

@gascondaniel