Anteayer, 24 de julio, se nos fue sin tener tiempo para decirnos adiós, José Bermejo Vera, excelente Catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad zaragozana, amigo entrañable y miembro de esa legión casi invisible de la Academia General Militar, pero importante para contribuir a la cordial relación de la Academia con la sociedad civil. Pepe Bermejo aprendió su difícil oficio universitario de profesores tan relevantes como García de Enterria y de los Martín Retortillo. No tuvo tiempo de despedirse porque murió jugando al fútbol en Pinseque con su equipo de veteranos. Así se fue, jugando al deporte que tanto le atraía. Otros casi llegamos también a esa edad, uno a los setenta solo y sobrevivimos acaso por no haber hecho méritos para irse. Una vez hace ya años, jugamos en el mismo equipo contra otro de profesores y honoríficos en la Academia General Militar.

Finalmente ganamos y los perdedores sugirieron que habíamos vencido por que jugaba con nosotros «un tal Fernando» que entonces dirigía la Academia. Nada de eso, ganamos porque metimos más goles. Yo hice dos de ellos gracias a un córner que sacó Pepe Bermejo directamente a mi cabeza y otro tras un pase en profundidad que me sirvió el mismo pasador y que ya era «medio gol» o quizás tres cuartos. Su rostro tenía en su capilla ardiente una suave sonrisa de quien al llegar a la otra orilla confirma que Dios es padre, y acaso por ello, un poco mas misericordioso que estrictamente justo. Todo ello, en la medida que cada uno necesite al llegar para que nos admita a su presencia. Sin dejar de ser justo, todos necesitamos que nuestro Señor emplee con cada uno la misericordia precisa. Y tú, querido Pepe, deja ya lo del fútbol que eso es cosa de la tierra y sería inútil buscar campos en el cielo. Un abrazo fuerte y que Dios nos propicie encontrarnos salvados en ese cielo, contando al menos en mi caso, por ejemplo, con la misericordia suya.