Como el pregón de las Fiestas del Pilar, cada año por estas fechas la actualidad política nos regala el sainete de los Presupuestos Generales del Estado y su distribución por las comunidades autónomas. Mientras el personal hace lo que puede para, entre cabezudos, jotas, conciertos y besos, olvidarse un poco del mundanal ruido, Gobierno y oposición representan una función cuyo argumento resulta conocido. Aquí en casa, ni PP ni PSOE se han librado nunca, excepción hecha de los felices años previos a la Expo y siempre con la calculada distancia del PAR, del ninguneo que Madrid ejerce sobre Aragón. Ello ha obligado a los inquilinos del Pignatelli a defender sin mucha convicción las, en general, raquíticas inversiones estatales en suelo aragonés. Especialmente cuando, como es el caso, La Moncloa luce el mismo color político. Claro que, si suenan de fondo tambores electorales, la cosa cambia un poco. Y no parece el caso de Luisa Fernanda Rudi, quien no gusta de alegrías gratuitas, pero alguno de sus homólogos se ha adelantado a la jugada de Montoro. Por ejemplo, el presidente extremeño, José Antonio Monago, que se ha sacado de la chistera una ayuda de 300 euros anuales a las mujeres de su comunidad mayores de 75 años. O ahí está también Alberto Fabra, que ha prometido rebajar los impuestos "a todos los valencianos". Lo cuestionable no es la justicia de las medidas, sino su oportunismo político. ¿Por qué no antes? Pero son, claro, golpes de efecto. Puro artificio. Como los fuegos de las fiestas. Periodista