Algunos denominan a la ciudad de Albarracín, la ciudad de los tres miles: 1.000 habitantes, 1.000 metros de altitud, 1.000 plazas hoteleras. Es monumento nacional desde 1961 y propuesta para ser declarada patrimonio de la humanidad. Es, sin duda, una de las ciudades más bonitas de España.

Albarracín tiene un magnífico patrimonio fruto de su singular historia. Su conservación y recuperación están protagonizadas por el profesor Martín Almagro y, desde 1996, por la Fundación Santa María cuya alma mater es su director gerente, Antonio Jiménez. Ambos supieron estar a la altura del pueblo de Albarracín, que siempre ha hecho gala de una sensibilidad especial. Personalmente, me siento orgulloso de ser hijo adoptivo de la ciudad, y de haber presidido la fundación durante 16 años.

La fundación fue en su día un novedoso proyecto de gestión del patrimonio, centrado en la suma de esfuerzos económicos- de naturaleza pública, privada y de autogeneración- con los que racionalizar una única administración de los bienes patrimoniales. De esta forma se lograba un importante desarrollo económico y social en el territorio donde se ubica la fundación.

La fundación centra su gestión en la restauración del patrimonio y en su ordenada promoción cultural. Así, se hace cargo sucesivamente de un bien arquitectónico determinado de la ciudad; proyecta y ejecuta su rehabilitación integral, con un fin cultural determinado (museos, centro de restauración, auditorio, palacio de reuniones, etc.), completando gradualmente la extraordinaria dotación cultural de la ciudad y activando sus resortes socioeconómicos.

Con este sistema de gestión, se han restaurado más de 30 edificios, incluyendo los de más peso histórico de Albarracín, unos 1.400 bienes muebles, siendo más de 1.300 los restauradores que han pasado por la fundación. Además, se han organizado anualmente entre treinta y cincuenta acciones culturales en la ciudad, con más de 5.000 participantes, procedentes de todo el país.

La fundación gestiona directamente 13 infraestructuras culturales diferentes: un Palacio de Reuniones y Congresos, ubicado en el antiguo Palacio Episcopal; tres residencias (las casas de Santa María, Pintores y Julianeta); la Iglesia Auditorio de Santa María; el Centro de Restauración, ubicado en el antiguo matadero; los museos y espacios visitables que completan el denominado «Albarracín, Espacios y Tesoros» (Museo Diocesano y Albarracín, el castillo, la torre Blanca y la ermita de San Juan, utilizada como aula educativa); todo ello coordinado desde el Centro de Información, desde el que se programan visitas guiadas a la ciudad con entrada en la catedral, cuya restauración fue proyectada y ejecutada por la Fundación.

En Albarracín, la iniciativa privada se ha sumado al modelo diseñado por la fundación y se han creado un total de 14 hotelitos de interior, ofreciendo más de 1.200 plazas hoteleras, incluyendo albergues y el cámping de la ciudad, y más de 25 restaurantes y bares diversos.

En definitiva, un ejemplo -otro más-de cómo se están haciendo las cosas en Teruel. Ahora solo falta recuperar la autoestima de los turolenses y que quienes me lean, visiten la ciudad de Albarracín y comprueben sobre el terreno el resultado de un trabajo bien hecho. Y de paso, les recomiendo una especial ración de «torreznos» en el bar de la plaza. Les subirá el colesterol, pero también la autoestima.