Perplejos y atónitos dejó a los parlamentarios integrantes de la comisión investigadora del 11-M el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, con su comparecencia sobre su grado de conocimiento de las circunstancias en las que se produjo el atentado de las 192 víctimas mortales. Fungairiño sostuvo, ante la incredulidad de muchos asistentes, que no lee los periódicos, no ve informativos de televisión, y no sabía nada de la existencia de una camioneta en la que, en Alcalá de Henares, habían aparecido detonadores y versos coránicos que fueron pista decisiva en la búsqueda de los autores del crimen múltiple.

Muchos diputados y muchos periodistas que asistieron a su declaración no ocultaban su estupor. Precisamente, inmediatamente antes que Fungairiño había intervenido el juez Garzón y era como escuchar a dos personajes de épocas distintas: Garzón acudió a Atocha para enterarse de primera mano, y estuvo en contacto con jefes policiales para saber en cada instante lo sucedido.

En cuanto a Fungairiño, ofreció de sí mismo una peculiarísima impresión para un alto cargo por cuyas manos pasan los asuntos de más trascendencia de la administración de Justicia. Sólo ve los reportajes de naturaleza que ofrece la BBC. Y no parece que tal conducta personal pretenda conseguir su absoluta asepsia sobre los asuntos que pueden corresponderle: sencillamente, no le interesa la actualidad ni cómo la abordan, exponen o plantean los medios informativos. Está fuera de este mundo, y su desprecio por lo que acontece es asombroso para alguien a quien se supone que está al cabo de la calle y conoce a fondo las cuestiones en las que se ve en la necesidad de intervenir por razón de su cargo. ¿No tendría que ser obligatorio para un alto cargo conocer la actualidad de una nación y del mundo para saberse mover en su actividad? Don Eduardo no habría superado una mínima y elemental prueba en esa asignatura.

*Periodista