Lo que se ha denominado como «español de las máquinas» tendrá una influencia capital en la lengua hablada por las generaciones venideras, pues estas la aprenderán tal y como las máquinas se la enseñen: funciones de corrección, identificación de errores, traducción y proposiciones léxicas, así como el vocabulario disponible, dependen del desarrollo de las aplicaciones informáticas más populares y de los editores de texto, según los dictados impuestos por la inteligencia artificial. El peligro reside en el maltrato del idioma, en las restricciones lingüísticas y, sobre todo, en la alarmante tendencia a viralizar la incorrección.

Los eruditos académicos defensores del español son muy conscientes de la importancia que los dispositivos electrónicos entrañan para la salud y evolución de nuestro idioma; saben, por lo demás, que el número de máquinas que hoy hablan español asciende a 700 millones, en tanto que las personas que lo tienen por lengua habitual «solo» son 580 millones. En la RAE quieren también que seamos nosotros quienes enseñemos el español a las máquinas y no a la inversa; esta ha sido una de las conclusiones más relevantes del reciente Congreso de las Academias de la Lengua, ASALE, plasmada en la firma de un acuerdo con los grandes entes tecnológicos: Microsoft, Amazon, Google, Apple, además de Telefónica, junto a las redes sociales Twiter y Facebook. No se trata de sustituir la supremacía del inglés en el cosmos de las nuevas tecnologías, sino de asegurar la vigencia del español en las áreas de la informática y de la comunicación. Esta es, sin duda, una buena y oportuna noticia. Tanto por su finalidad inmediata, como por mostrar la capacidad de la RAE para adaptarse a nuevos tiempos y requerimientos, incompatible con la usual percepción de la Academia. H *Escritora