El presidente de la Comisión Europea, y próximo contrincante electoral de Berlusconi, Romano Prodi, advirtió ayer de que el rechazo de varios países a la nueva Constitución de la UE supondría una crisis mortal para el proyecto de una Europa política unida. El proceso de ratificación de este texto se enfrenta a serias reticencias en varios países, pero es en algunos de los que han decidido celebrar referendos, como Gran Bretaña o Francia, donde se concentran los mayores riesgos de que la reforma constitucional acabe en fracaso. Sin embargo, las resistencias al en algunos de estos estados se deben más a razones de política interna, a menudo teñidas de electoralismo oportunista, que a una discrepancia profunda sobre la estructura de poder, las competencias o el sistema de financiación establecidos en la Constitución.

Por eso son especialmente oportunas intervenciones en este debate como la de Prodi o la del exprimer ministro francés Lionel Jospin, en las que se recuerda el precio del no, y qué está en juego: que Europa siga creciendo como una unidad política dentro y fuera de sus fronteras o que quede limitada a una comunidad de intereses económicos sumida en una crisis política interna de difícil salida, si no crónica.