El encargo de un proyecto para rehabilitar el campo de fútbol de La Romareda o reconstruirlo en su actual ubicación ha reabierto la polémica sobre un tema que la ciudad debiera resolver aplicando mayor transparencia y mejor tino que los exhibidos por los gobernantes municipales en los últimos años. La realización de dicho proyecto ha sido adjudicada desde Urbanismo, directamente y sin dar explicaciones previas. Los arquitectos elegidos han sido sin embargo los mismos que ganaron en su día el concurso para realizar en el solar del actual estadio un conjunto de rascacielos capaces de contener un millar de pisos.

En el actual debate, PP y PAR insisten en su tesis original a favor de trasladar el campo a Valdespartera; opción que se contrapone a la de CHA, partidaria de dejar el estadio en el mismo lugar. Entretanto, el PSOE no acaba de clarificar su posición. Pero ésta no debiera ser una cuestión de dogma político ni una operación decidida a la ligera o en base a ideas tan peregrinas como algunas que se manejaron en el anterior mandato municipal. Se haga lo que se haga, debería ser preceptivo contar con buenos estudios, un proyecto razonable, un plan financiero... y un nuevo acuerdo con el Real Zaragoza SAD.