Si el anfitrión del G-20 te pone de ejemplo y te deja el micro para que cuentes a los top mundiales las bondades de tus reformas y lo bien que va tu economía por haberlas aplicado, lo normal es que hasta te permitas sugerirles a los poderosos que a ver si espabilan, que ahora son ellos los que no crecen y, lo que es peor, te pueden arrastrar otra vez al pozo. Y los datos macro son de lo poco que le queda a Rajoy para encarar lo que falta de legislatura.

No hay noticias de que los líderes se tomaran sus peticiones como deberes, quizá porque no le escucharon cuantificar el coste social de tanto éxito como presume, pero lo saben. Debió ser un olvido, no es habitual en el presidente español camuflar las consecuencias de sus decisiones. A él le gusta llamar al pan, pan y al vino, vino; al chapapote, hilillos de plastilina y a la corrupción, esas cosas. Será que en las antípodas todo queda muy lejos, hasta la memoria.

Aunque por el hemisferio norte no es que las neuronas pongan en valor los archivos, el mismo día sin ir más lejos, el socialista Pedro Sánchez enfocaba al viajero Monago pero se olvidaba de los ERE, de los que sí se acordaba el popular Javier Arenas quién, a su vez, ni mencionaba Extremadura. Ecos de lo mismo para consumo interno y cada vez más de los propios, mientras el resto contempla el pim pam pum de la memoria selectiva como si fuera el No-

Do, propaganda antes de la peli. Por aquí, el sábado echaban una de escobas, no sé si la verían en Australia.

Periodista