Está comprobado que en cada ocasión en que Ruiz Gallardón accede a los medios informativos y hace proclamas de sus propósitos y ambiciones políticas, se produce un doble fenómeno: de un lado, quienes admiten que alguien en el PP piensa y proyecta con visión de futuro. Pero otro grupo de peperos salta a la yugular del alcalde, a quien se recuerdan sus "amistades peligrosas" o su "ambición política desmedida e incontrolada". Hasta el punto de que el propio Gallardón suele tomarse un tiempo entre cada comparecencia. Deja que pase el revuelo anterior antes de lanzar la andanada siguiente, porque, como él dice, una dosis masiva puede resultar contraproducente y conviene, al menos de vez en cuando, pasar inadvertido. Hace unos días explicaba la idea de un PP abierto, centro-progresista, que dé respuestas sobre los problemas a los ciudadanos. Ahora insiste en su teoría, una vez que comprobó esas reacciones suscitadas en su dosis anterior: "Tenemos que abrir el partido incluso a quienes nunca pensaron en apoyarnos. Ningún ciudadano puede estar, a priori, excluido, de nuestra convocatoria". "Los ciudadanos tienen que percibir que el nuestro es un partido de progreso, abierto a la sociedad", dice ahora, perfectamente consciente de que volverá a suscitar rechazo por parte de quienes objetan que admite y se muestra partidario de legalizar las parejas de hecho y hasta los matrimonios entre homosexuales, la píldora del día después "y otras perversiones de nuestro tiempo". De manera que Gallardón observa que, a menudo, tiene su mayor resistencia entre las propias filas del PP, algo que suele suceder entre los renovadores y progresistas. Más peligroso pueda ser para el alcalde que el propio líder Rajoy llegue a observar en él a un adversario. De momento, frente a la pasividad de Rajoy, que no parece dispuesto a acometer reforma de ninguna especie, ni siquiera a hablar de planes y proyectos de futuro, Gallardón está tomando la iniciativa. El propio alcalde está calentando y creando expectación ante el discurso de apertura del congreso del PP, del que es consciente que estarán pendientes los militantes como los observadores políticos en general. Y no hay que excluir que también en ese discurso coseche, por igual, aplausos y pitos, por la sencilla razón de que Gallardón no suele pasar inadvertido o porque casi nadie es neutral ante sus planteamientos.

*Periodista