Los responsables de Ediciones B han tenido el buen gusto de aguardar a la clausura de los fastos del Año Gaudí para dar a la imprenta un texto de Mario Lacruz en el que recrea su vida.

Nunca son fáciles las novelas que giran alrededor de la existencia de un personaje real, fascinador, como el arquitecto catalán, pero que hace algunas décadas que no se encuentra entre nosotros. El arte del fabulador tiene, en primer lugar, que sumergirse en los datos y hechos de su vida, leerlo todo sobre el personaje, consultar las más diversas fuentes, toda la obra original, las cartas, los escritos, la opinión de los amigos, parientes y testigos, y después, con ese ingente material a la vista, planificar su artística reencarnación.

Mario Lacruz, en su arte minucioso, y gracias a la hábil selección de los episodios fundamentales en el desarrollo intelectual y humano del autor de la Sagrada Familia, nos ofrece ahora, póstumamente, uno de los mejores relatos que se ha confeccionado sobre Gaudí. Vemos al Gaudí estudiante, rebelde, insolente, capaz de enfrentarse con los catedráticos por lo que él considera sus nociones arquitectónicas pasadas de moda. Capaz de enamorarse, a su misógino modo, y de alternar, un poco a disgusto, entre la crema de la burguesía que ocupa los palcos del Liceo y ofrece fiestas de alta sociedad. Lacruz, en su retrato preciso, hace pronunciar al joven Gaudí frases como ésta: "Los griegos poseían una visión sublime de la arquitectura, pero carecían de remordimiento". O nos recuerda la gaudiniana pasión por la naturaleza: "Siempre ha sido mi maestra. El arquitecto debe buscar sus leyes, y ponerse en consonancia con ellas". Por eso, Gaudí insiste una y otra vez en que él no es ningún innovador, y que la originalidad consiste en regresar al origen. "Nada de lo que hacemos es nuestro, nada. Todo es un préstamo de la naturaleza. Empezar de nuevo, recuperar la plenitud, volver siempre al punto de partida...".

Lacruz pinta a Gaudí como un hombre culto, capaz de recitar de memoria párrafos enteros de Tirso, Zorrilla, o de su admirado Shakespeare. También, como un ferviente catalanista y como un artesano ocupado día y noche en su taller, donde recibe a albañiles, clérigos y patronos, y donde va tallando, como un escultor, su obra singular.

Mario Lacruz, el autor de Gaudí. Una novela , fue en vida un francotirador de las letras. Editor profesional, dio a la luz, a lo largo de su fecunda carrera, más de 5.000 títulos. Como narrador, ha firmado algunas interesantes novelas. El inocente , por ejemplo, que en 1953 obtendría el premio Simenon; La tarde , premio Ciudad de Barcelona, y El ayudante del verdugo , publicada en 1971. Se da la insólita circunstancia de que algunos de esos textos los escribió Lacruz originalmente en inglés.

En el prólogo y el epílogo a la novela, Rosa Montero y J. M. Lacruz Bassols revelan, respectivamente, facetas desconocidas de la rica personalidad de Mario Lacruz.A su muerte, como ya le sucedió a Pessoa, apareció un baúl repleto de valiosos originales que sus herederos deben ahora, gozosamente, expurgar.

*Escritor y periodista