Fueron los niños de la guerra, del baby boom, los millenials… En nuestra historia más reciente siempre algún hecho histórico o patrón social ha bautizado a nuestras generaciones. La actual camada de niños y niñas será posiblemente «la del Covid», pero sus hermanos mayores, nuestros jóvenes y adolescentes, serán sin duda «los de las crisis». Les ha tocado aguantarla desde el 2008 y cuando parecía que empezaban a asomar la cabeza... ¡Zasca! Una pandemia.

Cuando estalló la burbuja del ladrillo muchas familias pasaron por grandes penurias y son precisamente estas mismas, las más desprotegidas, las que ahora vuelven a quedarse por el camino. Salvo que lo evitemos. Pero, ¿qué hay de sus hijos?

Son aquellos que están acusando más esta situación porque carecen de los medios que les permiten seguir su formación por herramientas telemáticas, creándose eso que llamamos, la brecha digital. Son los que han tenido que convivir en pisos pequeños y no muy buenas condiciones de habitabilidad. Son los que no han podido verse con sus amigos a través de las videoconferencias.

También son los adolescentes del desánimo familiar, los que están viviendo las situaciones de estrés de sus padres ante la pérdida, una vez más, de su puesto de trabajo, no en pocos casos definitiva. Y los que están perdiendo a quienes han pagado la hipoteca y la comida en sus hogares durante estos últimos años, sus abuelos. ¿Abocados a la pobreza? Lo más probable es que sí.

Por ello debemos de ser menos cortoplacistas y empeñarnos ya en estructurar políticas que cambien los sistemas de protección social, educativo y sanitario de forma profunda para que esta no sea una generación perdida, de miseria. Se habla de planes veraniegos de choque, con refuerzos educativos, pero solo deber ser una medida más, no la única. Deben seguirla otras más transversales, porque hemos tenido tiempo para aprender la lección, y no podemos mirar a otro lado.

Si les dotamos de una educación sólida con las herramientas que les permitan avanzar, no nos encontraremos con un futuro analfabeto. Si dejamos de darles comida poco saludable desde la beneficenciar, no nos encontraremos con un futuro enfermo. Si les garantizamos unos mínimos vitales para su subsistencia, no nos encontraremos con un futuro empobrecido. Apostemos por nuestros jóvenes, apostemos por nuestro futuro.

*Socióloga