Basta con recordar. Padres, abuelos, bisabuelos… La mayoría de nosotros tenemos en la buhardilla de la memoria familiar alguna aventura de quien hizo un hatillo con sus pertenencias y se largó a buscar fortuna. O, simplemente, se fue para no ser un desgraciado toda su vida.

Algunos, como Onofre Bouvila, el personaje de Eduardo Mendoza, que llegó a Barcelona, la ciudad de los prodigios, huyendo de las agrestes tierras de interior. O de su padre, que se marchó a Cuba para no volver. ¡Qué bella es la literatura! Y qué dura es la vida real. Esa que huele a leña y a mugre, a polvo y a comida de miseria.

El nombre de algunos apenas ha perdurado en el recuerdo familiar, otros lucen placas en las calles y son el origen de tantas fortunas actuales.

Al menos 17 personas han muerto tratando de alcanzar nuestras costas en las últimas horas. Diecisiete historias que se quedarán aquí, truncadas cerca de las playas que atiborramos en verano. Los llorarán padres, hermanos, amigos… No muchos más. Para los demás apenas serán un nombre, tan solo un número que engrosa una cifra que no deja de crecer. Esa cifra que algunos agitan para despertar el terror a la avalancha, a la invasión. Siempre han existido. Unos, los que quieren regalar una vida digna a sus hijos. Otros, los que desprecian al débil y se hacen fuertes maltratándolo. Solo se trata de tomar partido. Y de recordar de dónde venimos la mayoría.

*Escritora