Este fin de semana 'El País' ha publicado una entrevista de Claudi Pérez y Miquel Noguer con Oriol Junqueras, el líder de Esquerra condenado por sedición. El apoyo a los presupuestos está condicionado a los avances en el diálogo, decía Junqueras, cuya biografía política es un monólogo intoxicador. Junqueras desmiente la idea de que el 'procés' fuera en último término el fomento de una ensoñación que permitía desarrollar una estrategia negociadora, como sugiere la sentencia del Supremo: el tribunal, dice, no tiene razón en nada. No se trataba de un farol, como ha dicho por ejemplo Ponsatí: «Y una puta mierda», responde a la insinuación.

No se arrepiente. La lección que ha extraído es que «volveremos a hacerlo», «el Estado se esfuerza cada día en demostrar que es un digno heredero de la dictadura». Dice que alguien que tiene en la cárcel a su hermano no siente interés por nada más: se pasan la vida reclamando empatía y al mismo tiempo parece que son los primeros y únicos presos de la historia. Habla de palizas, de inocentes en prisión, de inhumanidad de los otros partidos: el separatismo es una rama de la literatura fantástica. Romper la Constitución y el Estatuto y el reglamento del 'Parlament' y violar los derechos de más de la mitad de los catalanes es para Junqueras «un reto democrático», en vez de un reto a la democracia. Gracias a ese atropello nos hemos ganado el derecho a repetirlo, señala en un gran momento. El tono es el del chantajista gimoteante, el victimismo matón: «Será un placer cruzarme con los socialistas catalanes cuando salga de aquí y ver si aguantan nuestras miradas». Es más desafiante que otras veces, quizá porque debe prepararse para las elecciones en Cataluña.

Mientras tanto, el Gobierno de España ha anunciado la reapertura de las «embajadas» catalanas y continúa con el eslogan del rechazo a la «judicialización de la política»: una forma de decir que se hará lo posible para que el Estado no pueda defenderse de un ataque similar al del otoño de 2017, como un gesto de buena voluntad hacia aquellos que dicen todo el tiempo que quieren repetir lo que hicieron en el otoño de 2017. No sabemos bien qué se obtiene a cambio: tampoco vamos a ponernos exigentes y pedir que nos lo expliquen. Quizá sean cosas buenas: algunos hablan de medidas encaminadas a reducir la desigualdad (bueno, salvo en lo territorial) o de mejorar el tejido institucional (envidiable optimismo). Sí sabemos lo que ni siquiera entra en la negociación: el reconocimiento a los catalanes no nacionalistas, a la pluralidad interna de Cataluña. Estaban vendidos antes de empezar. @gascondaniel