José Luis Rodríguez Zapatero ya ha dejado clara su intención de emprender un giro europeísta y reanudar la sintonía con París y Berlín interrumpida en la era Aznar. Una intención celebrada discretamente por el canciller alemán, Gerhard Schröder, y el presidente francés, Jacques Chirac.

Para empezar, los socialistas están dispuestos a desbloquear la nueva Constitución europea. El martes, Rajoy acusó a Rodríguez Zapatero de no defender las "posiciones nacionales" por estar dispuesto a ceder en el reparto de votos establecido en Niza. Pero la insistencia de Aznar en aferrarse a aquel acuerdo, en lugar de aceptar el criterio de toma de decisiones por doble mayoría --de Estados y de población--, no sólo torpedeaba la gobernabilidad de la UE. También perjudicaba los intereses de España: en las negociaciones presupuestarias, en la definición de políticas comunitarias o en la ubicación de sedes y proyectos europeos. Hay una posibilidad de reequilibrio respetuosa con el peso de España, según la propuesta franco-alemana, que debería bastar para cerrar el contencioso. Insistir en aspectos aritméticos no casa con el encargo que ha recibido el nuevo Gobierno: más Europa y más predisposición al acuerdo.