Los grandes partidos nacionales y constitucionales se plantean ya abiertamente aplicar a Cataluña el artículo 155 de la Constitución, que faculta al Gobierno para intervenir o suspender las funciones de aquella Comunidad Autónoma que no cumpliera las suyas y/o atentase contra el buen funcionamiento del resto del Estado, por culpa de la rebelión o secesión de una parte del mismo. El artículo, claro en cuanto al fondo, pero ambiguo en las formas, no establece de qué modo, una vez la haya autorizado el Senado, se producirá dicha intervención.

Hasta hace cuatro días, la aplicación del 155 era imposible, improbable, inconveniente, tabú. Hoy, a la vista de la deriva de Puigdemont y la colla de lunáticos que le acompaña en su absurda aventura, una vez este insensato ha declarado de facto la soberanía e independencia de Cataluña, a Rajoy no le va a quedar más remedio que aplicar la ley, como debe aplicarse a cualquier español que la incumpla.

De facto, asimismo, el Gobierno central, y ahí tiene razón el frailuno Junqueras, pagano bisbe del conventículo nacionalista, siendo aún la madre superiora Marta Ferrusola, y el padre prior, pero el peor, el luciferino Puigdemont, habitado por el espíritu condenado, por la CUP, de un Artur Mas que todavía enarbola el tridente, ya ha intervenido la Generalitat. Lo ha hecho donde más duele, congelando sus cuentas y extremando su celo en la emisión y pago de facturas y control del gastos. Junqueras, sin la pela, es menos jefe, y al resto de los sediciosos tener que rendirse a la Hacienda española los va a situar ante una tesitura de gobernanza y administración imposibles. Sin dinero en la caja, no se puede hacer un país porque, simplemente, no se puede hacer nada.

La reacción, el enfado del ministro de Hacienda, el incombustible Montoro, viene dado por la combustión económica, impositiva y fiscal derivada de la pretensión catalana de crear Hacienda propia, y también por el filtrado de datos fiscales, con vistas a elaborar la Generalitat sus propios censos, el de contribuyentes y el de votantes.

Otros ministros enfadados con El Puigdi son Cospedal, Defensa, y Zoido, Interior. La aspiración de la rebelde Generalitat a crear un Ejército propio (barajan adquirir cazas F-16, fragatas y patrulleras) y sojuzgar a los Mossos han hecho saltar las alarmas. De intervenciones irá el día.