Aunque dicen que las campañas electorales lo aguantan todo, y por ello se puede mentir, insultar, descalificar o hablar de obviedades absurdas, la de estas últimas elecciones catalanas deja el sabor amargo de una agresividad impostada, de un discurso zafio y trumpista que produce escalofríos. También es cierto que después de ver a un obispo disfrazarse de capellán para recibir la vacuna, que no repetirá por penitencia, cualquier disparate me suena a acordes celestiales.

Alrededor de este proceso electoral se ha visualizado de forma mucho más clara las dificultades que conlleva cohabitar en el gobierno estatal de coalición. El vicepresidente segundo, temiendo el abrazo del PSOE, su invisibilidad, y los efectos electorales que esto podría suponer para sus aliados catalanes, ha buscado mantener los pies en el Gobierno y la retórica en las barricadas. Un ejercicio complicado porque tensa la cuerda con sus socios y desconcierta a un electorado satisfecho con la acción de gobierno, pero desconcertado ante debates y análisis de nuestra realidad prescindibles en la situación que vivimos.

Los 400 de la mansión de Waterloo

Los 400 de la mansión de WaterlooComo muestra de todo ello me atrevo a señalar tres ejemplos de los muchos que se vienen produciendo.

El pretendido guiño de Iglesias al independentismo catalán, comparando el exilio dorado de Puigdemont con el de miles de españoles en 1939 se parecen como un huevo a una castaña. Las imágenes de un pueblo derrotado por el fascismo camino de la frontera, acosados por la aviación franquista , se parecen muy poco a la salida del expresidente de la Generalitat. Mientras unos huían bajo el fuego de la muerte, el otro huye de las leyes para no asumir sus responsabilidades judiciales. Los 400 metros de la mansión de Waterloo tienen poco que ver con los campos de concentración galos. Hay discursos y comparaciones que te hielan el alma, y este es uno de ellos.

La puesta en cuestión de la calidad democrática de nuestro país ha levantado mucha más polvareda. Primero por su inoportunidad, ya que no es muy leal desacreditar a la democracia española, pero mucho menos en un momento en que el Kremlin desprestigiaba a España con la única finalidad de darle un golpe bajo a Borrell como representante de la diplomacia europea. Y segundo, porque avala las tesis de los independentistas catalanes en su afán por desprestigiar al Estado.

Si bien es cierto que España está entre las 25 mejores democracias del mundo, según 'The Economist', eso no nos libra de defectos y contradicciones, que se dan como en otros muchos países y otras muchas democracias. Y si no, ¿quién iba a pensar en un asalto al Capitolio de Washington instigado por el propio presidente?.

No entiendo la reacción a estas valoraciones y las peticiones de cese de Iglesias por parte de sectores que se autoconsideran guardianes del sistema! Pues claro que debe mejorar la calidad de nuestra democracia!. Ahí está el incumplimiento de la renovación de instituciones fundamentales del estado por acción de un partido político que obstruye el funcionamiento democrático, los límites a la libertad de expresión, la restricción de libertades de la ley mordaza de Rajoy, la lentitud de la justicia, la corrupción…. El problema de Iglesias está en su oportunismo a la hora de plantear estos debates , sus excesos en la visualización de diferencias con la socialdemocracia y su incoherencia, pues forma parte del gobierno y es ahí donde tiene los instrumentos para mejorar esos defectos que él denuncia

Receta de brocha gorda

Su receta de brocha gorda para resolver el retraso en el suministro de vacunas por parte de AstraZeneca y Pfizer, afirmando que no le temblaría el pulso en nacionalizar farmacéuticas, es tan simple como inviable. Porque necesitamos la vacunación masiva para inmunizar a una población de más de 7.000 millones de personas. No hay capacidad de producir esas dosis por lo procedimientos habituales, ni privados ni nacionalizados, en varios años. Las previsiones de vacunación en los países pobres puede llegar al 20% en el 2022, luego la libertad de movimientos estará limitada en años, y la posibilidad de contagios masivos seguirá existiendo durante mucho tiempo. Por eso tanto desde la Organización Mundial de la Salud como desde la Organización Mundial del Comercio están planteando, interna y externamente, un debate para limitar, durante el tiempo que dure la pandemia, la propiedad intelectual de la misma y posibilitar la contratación de fabricantes que tengan capacidad para producirla en otros países. Abrir un debate político apoyando las tesis de la OMS y la OMC para hacer que el gobierno las plantee en a la UE resta visibilidad, de acuerdo, pero seguro que es más útil y operativo para luchar contra la pandemia.

El margen para tener un discurso y practicas propias existe en la coalición (ahí está la magnífica gestión de la ministra de trabajo), pero gastar tantas energías buscando titulares diferentes cansa al votante, al afiliado y a los ciudadanos. Decía Ortega que «el esfuerzo inútil conduce a la melancolía».