El partido contra el Tenerife, con otra derrota para acabar en un afrentoso 16º puesto (17º si el Numancia puntúa hoy), dio carpetazo al cuarto año consecutivo del Real Zaragoza en Segunda, el tercero con la nueva propiedad. La trayectoria de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD) y del equipo con el actual consejo al mando ha delineado una doble y antagónica curva. De acuerdo con los informes de la propia SAD, el apartado financiero marcha en la dirección correcta, con una rebaja constante de la deuda y a pesar de que las tensiones continúan siendo numerosas, especialmente por las elevadas e ineludibles obligaciones con Hacienda.

Todo lo bien que de facto o en apariencia, que siempre hay que dejar un espacio para los descreídos, ha ido en estos tres años el ordenamiento económico de una sociedad cuya gestión fue ruinosa en la anterior etapa, ha ido de mal en el terreno deportivo. El Zaragoza ha descrito una curva descendiente terrible desde aquel gol de Araujo en Las Palmas y los famosos a siete minutos para ascender hasta hoy, 16º de Segunda. No hay constatación más rotunda que esa de que todo se ha hecho de manera espeluznante en estos 24 meses. Malas elecciones de cargos, técnicos y jugadores. Mala gestión de las situaciones. Ha estado todo tan mal hecho que solo es susceptible de mejorar.