Inquietan hoy preguntas sobre la posibilidad de un golpe de Estado en España. La ministra de Defensa, Margarita Robles a la pregunta sobre si percibe algún indicio de golpe de Estado por parte de las Fuerzas Armadas afirmó: «Rotundamente, no».

Mas, hoy ya las democracias no caen a través de golpes militares como en la Guerra Fría. Se deterioran lenta y sutilmente.

Se puede apartar un rival político por la vía judicial. A la derecha política y mediática, que quiere acabar con el Gobierno de Sánchez, se han unido con ahínco otras instituciones, la Guardia Civil y la Justicia. Es el informe elaborado por el instituto armado como Policía judicial para vincular el 8-M con el covid-19 y que ha servido de momento para imputar al delegado del Gobierno en Madrid, aunque apunta más alto. Algunos medios han demostrado que es un informe técnicamente impresentable, con medias verdades, falsedades. Está urdido para demostrar la culpabilidad. Ahora lo han rehecho y ya hay otro informe, en el que aparece el off the record de Irene Montero nunca emitido por ETB que recuperó ABC. Visto quien estaba detrás de estos informes, ¡Dios mío! ¡Cómo serían los informes cara el juicio del procés!

En cuanto a la Justicia, sorprende la celeridad de la magistrada de Madrid en pleno estado de alarma, cuando los plazos procesales se encuentran suspendidos y la justicia solo actúa en los denominados por el Ministerio de Justicia y el Consejo General del Poder Judicial servicios esenciales, que requieren resolución de urgencia. Es un ejemplo de lawfare, que es el uso indebido de instrumentos jurídicos para fines de persecución política, destrucción de imagen pública e inhabilitación de un adversario político. Combina acciones aparentemente legales con una amplia cobertura de prensa para presionar al acusado y su entorno, de forma tal que este sea más vulnerable a las acusaciones sin prueba. Así se hizo con Lula en Brasil.

También se puede eviscerar la democracia por la vía electoral. La Constitución e instituciones democráticas siguen vigentes. La población sigue votando. Mas, los autócratas electos, como Erdogan, Orban, mantienen en apariencia la democracia, pero la van desnaturalizando. Muchas de las medidas que pervierten la democracia son «legales», al ser aprobadas por el legislativo y los tribunales. Incluso, las presentan para mejorar la democracia, asegurar la independencia del poder judicial, combatir la corrupción o perfeccionar las elecciones. La prensa sigue publicando, pero está comprada o se autocensura. Los ciudadanos critican al Gobierno. La población cree disfrutar de democracia. Como no hay un hecho puntual, ni un golpe ni una ley marcial en la que el régimen cruce las líneas rojas para convertirse en dictadura, no aparecen las alarmas entre la población. Quienes advierten los abusos son alarmistas. Para la gran mayoría el deterioro de la democracia es imperceptible. Pero el peligro está ahí. Lo demuestran determinados libros actuales. David Runciman en Cómo terminan las democracias. Yascha Mounk en El pueblo contra la democracia. Por qué nuestra libertad está en peligro. Y Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en Cómo mueren las democracias, en el que me basaré a continuación.

Las democracias deben establecer mecanismos para evitar la llegada al poder de personas autoritarias, que puedan destruir la democracia. Es importante la reacción de la sociedad, pero la respuesta clave es de las élites políticas y, sobre todo, de los partidos políticos. Estos deben ser los guardianes de la democracia. Pero no es fácil reconocer a esos políticos autoritarios, porque camuflan sus intenciones y se presentan como perfectos demócratas. ¿Cómo identificar a los políticos autoritarios? Levitsky y Ziblatt han establecido cuatro señales de aviso para identificar a una persona autoritaria.

1) Rechazo o débil aceptación, con palabras o acciones, de las reglas del juego democrático (Suspender la Constitución, prohibir algunos partidos políticos, restringir los derechos políticos o civiles…).

2) Rechazo de la legitimidad de sus oponentes (Calificarlos como subversivos o una amenaza para la democracia, y por ello negarles su participación política…).

3) Tolerancia o fomento de la violencia (Tener lazos con bandas armadas, apoyar la violencia de sus partidarios, elogiar actos violentos…).

4) Predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación (Apoyar leyes para limitar el derecho de manifestación, críticas al Gobierno o elogiar medidas represivas de otros gobiernos…). Les ruego analicen a dirigentes políticos españoles según estas 4 señales.

¿Cómo deben actuar los partidos democráticos (PD) y sus líderes? Eludir toda alianza con partidos y candidatos antidemocráticos, ya que en ocasiones los PD se sienten tentados de alinearse con extremistas de su flanco ideológico para ganar votos. Aislar a los extremistas, en lugar de legitimarlos. Y si los extremistas se presentan como serios contrincantes electorales, los PD deben hacer un frente común para derrotarlos, aparcar sus diferencias y así salvar la democracia.

Termino con un aviso a navegantes despistados. «El protagonista de una novela de David Lodge dice que uno no sabe, cuando está haciendo el amor por última vez, que está haciendo el amor por última vez. Pues con el voto pasa lo mismo».

*Profesor de instituto