No es una novedad que el Ejército tailandés dé un golpe de Estado. Los militares lo han hecho con éxito en 12 ocasiones desde 1932 a razón de uno cada siete años de promedio. Ahora también han actuado con el manual del perfecto golpista. Ley marcial, toque de queda, suspensión de la Constitución, detenciones, censura y control de los medios de comunicación, control de fronteras y demás abusos antidemocráticos. Los golpistas pretenden poner fin al bloqueo político que causa el enfrentamiento entre dos sectores de la sociedad que se identifican como camisas rojas o amarillas. De un lado están las empobrecidas zonas rurales de un país que sigue siendo eminentemente agrícola, y del otro, las clases medias urbanas. El líder populista Thaksin Shinawatra, una especie de Berlusconi oriental, de una parte, y el Ejército y la casa real de otra. Es un enfrentamiento que desde el pasado mes de noviembre ha causado 28 muertos y decenas de heridos.

Un factor importante en la crisis es un problema dinástico. Tailandia es una monarquía que vive un final de era. Los 64 años de reinado del octogenario rey Bhumibol están por llegar a su término, pero el extravagante príncipe heredero, Maha Vajiralongkorn, de 61 años, se enfrenta a una dura oposición que no le considera la persona más indicada para ocupar el trono y apuesta por una hermana del príncipe.

UN PAÍS, HOY, EN RECESIÓN

La inestabilidad política tiene graves repercusiones económicas. Tailandia fue uno de los llamados tigres asiáticos. Su economía boyante en un entorno democrático convertía al antiguo reino de Siam en un ejemplo a imitar en el sureste asiático. Ni siquiera la crisis de mediados de los años 90 que afectó a los países de la zona hizo mella en Tailandia. Sin embargo, el país está hoy en recesión. El crecimiento previsto del 5% se ha reducido a la mitad. La falta de seguridad política ha alejado a inversores y también al turismo, una de las principales fuentes de ingresos del país, en particular al procedente de China.

Los golpistas no parecen tener prisa por devolver el poder a un gobierno civil, pero con los militares en la calle, Tailandia difícilmente superará sus problemas. La revocación de la ley marcial sería un primer paso. Un marco de diálogo entre rojos y amarillos, el segundo. Y una solución para el trono.