El mercado bursátil español sufrió el pasado fin de semana un nuevo golpe a su imagen en el mundo. La empresa Gowex, una de los estandartes de la capacidad de innovación tecnológica española, especializada en wifi, admitía el domingo que había falseado sus cuentas durante los últimos cuatro años, y solicitaba concurso voluntario de acreedores, atrapando en el fiasco a miles de pequeños accionistas. La presunta estafa, que el propio presidente de la compañía, Jenaro García, ha admitido al reconocer que las cuentas habían sido falseadas, supone un duro golpe para la credibilidad del Mercado Alternativo Bursátil (MAB) en el que cotizan empresas de reducida capitalización que quieren expandirse y tienen necesidad de financiación.

ESTAFA PURA y DURA

Lo más grave de lo ocurrido no es que un proyecto innovador fracase, sino que bajo la pantalla de la innovación se esconda una estafa pura y dura, y que el organismo regulador (MAB), la empresa auditora de cuentas (M&A Auditores) y el asesor (Ernst & Young) no hayan detectado las irregularidades en estos cuatro años. Para mayor escarnio, ha tenido que ser una opaca firma de análisis, Gothman City Research, especializada en localizar empresas sobrevaloradas para que los hedge funds puedan apostar a la baja (en corto), la que ha denunciado la estafa de Gowex. No deja de ser lamentable también que hasta el momento en que García se vio atrapado y reconoció la falsedad, las firmas de análisis tradicionales se empeñaran en poner la carga de la sospecha en la empresa foránea, sin dar credibilidad a su informe.

Malas prácticas las ha habido en todo el mundo y en todos los tiempos, solo hace falta recordar casos tan señalados como Enron (2001), Madoff (2008) o las valoraciones que las ahora implacables agencias de rating dieron a las hipotecas basura, en el origen de la crisis iniciada el 2007. De estas y otras experiencias de carácter más local como el reciente escándalo de Pescanova o la laxitud con la que se permitió la comercialización de un producto complejo como las preferentes, debemos extraer la conclusión de que los reguladores y auditores no realizan siempre su trabajo de forma correcta, ni asumen su responsabilidad en caso de error. Una cosa es que invertir en bolsa sea un ejercicio de riesgo y otra que se convierta en un campo abonado para estafadores sin control.