El Gobierno británico no podía acudir a negociar con la UE los términos del brexit en peores circunstancias. La primera ministra, Theresa May, tiene su autoridad reducida tras el castigo que le dieron los electores en unos comicios innecesarios convirtiendo la mayoría absoluta de la que disfrutaba en una minoría necesitada de un apoyo externo por el que deberá pagar un elevado precio. Su Gabinete se parece bastante a una olla de grillos con posturas distintas acerca del brexit sin que sus defensores se repriman a la hora de expresarlas públicamente. Y está la falta de preparación del equipo negociador británico. Por el contrario, el que representa a la UE y que encabeza Michel Barnier ha preparado durante todo un año el asunto más delicado y de mayores consecuencias para todos al que se enfrenta la Unión. Así se llegó el lunes al primer encuentro, en el que Londres tuvo que aceptar la estrategia decidida por Bruselas. Como se trataba de aspectos técnicos la negociación no fue a cara de perro. El enfrentamiento llegará cuando haya que discutir la factura y ello no será de forma inmediata, pero esta tardanza hallará un enemigo en la evolución de la economía que, según las previsiones, perjudicará al contribuyente británico. Quedan muchos días hasta marzo del 2019 cuando el acuerdo final debería ser ratificado. Ayer, la primera ministra británica, coincidiendo con la cumbre de jefes de estado y de gobierno de la UE --que no era el foro adecuado-- aseguró que no forzará a ningún ciudadano europeo a abandonar su territorio y todos aquellos con cinco años de residencia en el país hasta el momento de la salida efectiva de la UE tendrán la oportunidad de regularizar su situación. Unas perspectivas que afectarían en torno a 3,3 millones de de europeos que residen actualmente en la isla. Los 27 han recibido la oferta con cautelas y consideran que es prematuro valorarla hasta que no se conozcan los detalles. Parece un intento de May de suavizar su mensaje hacia un brexit blando tras perder la mayoría absoluta y un año después del voto que impulsó la salida del Reino Unido, cuando un 52% de los británicos apostó por abandonar la UE .

El camino no será de rosas ni faltarán las sorpresas, pero el resultado, sea cual sea, no beneficiará a los que se quieren ir ni a los que seguimos creyendo en el proyecto europeo.