Los que hayan leído mi libro Los guionistas (o la versión en cómic dibujada por Moratha) ya sabrán que la última parte de la historia transcurre en Las Vegas, y que una vez allí los protagonistas realizan una excursión en helicóptero al Gran Cañón del Colorado. Para escribir esta parte, un servidor (como un profesional) se documentó a fondo. Ni corto ni perezoso me fui a Las Vegas y realicé dicha excursión para luego poder reflejarla fielmente en el libro. En Las Vegas me alojé en el hotel Luxor (al igual que nuestros protagonistas, por cierto), con la gran pirámide egipcia de la entrada, y desde allí una limusina nos llevó a mi mujer y a mí al helipuerto. Desde el helicóptero, junto al piloto, con los cascos en la cabeza, la visión del paisaje resultaba espectacular. El Gran Cañón es algo sobrecogedor, abrumadoramente hermoso. En una meseta se posó el helicóptero, y paseamos un buen rato, románticamente, envueltos por las laderas del Gran Cañón. Lo cierto es que en semejante entorno uno se siente en comunión con la naturaleza de una forma casi mágica. Resulta paradójico que para alcanzar el cielo haya que pasar antes por la ciudad del pecado. Regresamos al atardecer, con un cielo rojizo (preludio nocturno), ciertamente precioso. Llegamos de noche a Las Vegas, una ciudad preñada de luces, siempre viva, sobrevolándola como tantas veces habíamos visto en la gran pantalla; a veces la vida es como una película. Si no te llama el juego, Las Vegas es una ciudad maravillosa, un parque de atracciones para adultos. ¡Viva Las Vegas!.

*Escritor y cuentacuentos