Ha habido épocas durante la temporada en las que buscaba y no encontraba, en las que tomó decisiones que no fueron soluciones y, muy importante, en las que algunos detalles que ahora caen de su cuenta le fueron hostiles, circunstancia determinante en una categoría como esta Segunda División. Ha habido épocas en las que su lucidez no fue tan sobresaliente como lo es de un tiempo a esta parte cuando su control de las situaciones, del escenario y de las coordenadas que rodean al equipo ha llegado a ser extraordinaria. Ayer, en la rueda de prensa previa al encuentro de mañana, Natxo González ofreció una nueva muestra de que se ha presentado muy en forma en el final de la Liga, con un grado de comprensión elevadísimo del Real Zaragoza y de lo que ocurre en los partidos.

El repaso que el entrenador hizo de lo que sucedió en El Sadar fue exquisito, lejos de la autocomplacencia a la que le podría haber conducido la victoria y tomando como patrón de funcionamiento profesional un ejercicio de estudio y autocrítica imprescindible para crecer y sobre el que ha construido la resurrección del Real Zaragoza. «No podemos perder el control de los partidos así. Se nos fue de las manos. Ni podremos sobrevivir con esa cantidad de intervenciones de nuestro portero, que fue decisivo. Nuestra madurez no tiene aún ese cuajo necesario».

Así, de golpe, expuso verdades como puños y, de paso, puso los pies donde han de estar: en el suelo. Natxo está en gran forma.