La emoción que sentimos por perder algo es mucho más fuerte que la que hemos disfrutado cuando lo alcanzamos. Este es el postulado básico de lo que llamamos «aversión a la pérdida». Un concepto teórico que tiene muchas aplicaciones, no solo en psicología sino en economía y en multitud de decisiones sociales. Los experimentos realizados para comprobar esta teoría demuestran que las pérdidas que tenemos los humanos son valoradas entre 1,5 y 2,5 veces más intensamente que las ganancias. Vamos que si usted al salir de su domicilio se encuentra por la calle un billete de 5 euros se va a alegrar bastante. Pero si después pierde ese mismo billete, su enfado, en términos emocionales, va a ser el doble de la satisfacción que sintió al encontrar ese dinero. Como ven, al final del día su bolsillo sigue igual que cuando salió. Pero va a regresar a su casa bastante más cabreado.

Este principio va a decidir hoy el resultado de las elecciones. Es una norma que explica comportamientos de todo tipo en los que las personas preferimos no perder algo antes que ganar algo mejor asumiendo un riesgo. Es lo que se llama «efecto certeza». Ahora bien, cuando el problema se presenta en términos de posibles pérdidas, las personas muestran una gran propensión al riesgo. Es decir, cuando nos vemos en la tesitura de poder perder algo que ya teníamos, sí que hacemos todo lo posible para no perder, o para recuperar (si ya se ha perdido) ese algo, lo que a veces nos lleva a asumir grandes riesgos. Esta es una idea que, llevada al terreno electoral, los votantes de izquierda van a ponderar. Se trata de una clave activadora que puede ayudar al voto progresista para que se movilice, con su participación, para evitar el riesgo de perder la actual mayoría.

La aversión a la pérdida del gobierno sería más motivadora para la izquierda que la que llevó a disfrutar de la victoria el pasado mes de abril. Y esa respuesta podría disminuir la abstención de una parte de ese electorado que no está muy contento con el desenlace que nos ha llevado a esta nueva votación. También hay una aversión a la pérdida con respecto a la papeleta que se escogió en abril. Es decir, el cambio de opción de voto dentro del mismo bloque ideológico será menor del previsto por ese mismo mecanismo psicológico.

Por lo que respecta a la derecha, la motivación para ganar ahora no debería ser tan fuerte como la decepción que tuvo tras la derrota en los anteriores comicios. Ahora bien, ese malestar es el que está detrás de un mayor intercambio de papeletas dentro del bloque conservador. La aversión a la pérdida solo es superada por la aversión a la frustración.

Esa activación motivacional es la que impulsa al votante conservador a un mayor cambio de siglas, dentro de su espectro ideológico. Los derrotados de abril se radicalizan más. Por eso Rivera tiene motivos para preocuparse, Casado, para «suspirarse» y Abascal, para «relincharse». Mientras, los vencedores del pasado se estabilizan. Sánchez quiere ensancharse, Iglesias, salvarse y Errejón, irradiarse. En la izquierda los objetivos son diferentes. Esa es la mayor fortaleza de quien gestiona un gobierno en un proceso electoral convulso. La mayoría revoltosa es una mayoría pretenciosa. Mientras que la mayoría silenciosa, y a veces silenciada, es una mayoría decisiva. La psicología electoral mantiene unos flujos de comportamiento que no se han modificado sustancialmente en los últimos años. Cambian los estímulos y los tiempos de reacción, pero no tanto las respuestas.

Hemos vivido esta semana cinco días hábiles de campaña. Esta noche conoceremos unos resultados que seguirán siendo una excelente muestra electoral de lo que ocurre en España. Han sido cinco días para decidir cinco escaños claves, dentro y fuera de Aragón. Tres en Zaragoza y uno para Teruel y Huesca, respectivamente. Hemos visto y leído a los diferentes líderes y cabezas de lista en distintos debates y entrevistas. Una vez más se ha cumplido la ley de la controversia de Benford. Esa norma inexorable que señala que la pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible. La sencillez suele ser un argumento cargado de convicción que ayuda a la razón a tomar decisiones. Progreso o pasado, esa es la cuestión. No es casual que votemos hoy que se cumplen 50 años de la primera emisión del programa de televisión infantil Barrio Sésamo.

De todas formas, y afortunadamente, por mucho que aplico la psicología para descifrar tendencias y resultados, todo queda en sus manos y en nuestros votos. Frente a la derecha fascista tenemos papeletas de colores. Contra el recorte de libertades están las urnas llenas de diversidad. Y para seguir avanzando debemos dar un paseo de ilusión hasta el colegio electoral. Háganlo con una canción llena de vitalidad. Así será, esta noche ideal. Que ya nunca se olvida. Podré reír y soñar y bailar. Disfrutando la vida ¿Qué pasará, qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche.

*Psicólogo y escritor