Es evidente que la corrupción galopante, el secesionismo irredento, la xenofobia pannacionalista, el paro estructural, el racismo, la violencia contra las mujeres, los recortes sociales, la rescisión de libertades, la injusticia y las desigualdades sociales y económicas son los problemas más acuciantes que acosan a la sociedad española en los últimos años. Todos ellos pueden encararse e incluso solucionarse con medidas políticas, con mayor democracia, con más y mejor educación, con más libertad, con más ayudas sociales, con más inteligencia y con más sentido común.

Pero hay un problema gravísimo, mucho menos mediático que todos estos, que va a convertirse, si no lo ha hecho ya, en el principal escollo para el desarrollo de Aragón y de España en un futuro a medio y largo plazo. Se trata de la despoblación, esa sangría de gente que está acabando con la vida en la mayoría de los pueblos pequeños y que dentro de veinte años, si no se cambia la tendencia, agostará también a la demografía de las ciudades.

España, y todavía más Aragón, es el segundo país con mayor esperanza de vida del mundo, tras Japón, pero es el primero en la media de edad más alta y el último en el índice de natalidad.

De estos datos se infiere la conclusión de que la sociedad española, con mayor acentuación en Aragón, está a punto de entrar en un verdadero colapso poblacional; y, lo que es peor, probablemente sin solución.

El futuro de centenares de pueblos aragoneses con un censo inferior a cien habitantes ya no tiene vuelta atrás, y están abocados, al parecer sin remisión, a quedar abandonados cuando en unos veinte años hayan desaparecido sus actuales moradores, todos ellos muy mayores en la actualidad.

Pero este problema no se detendrá en los pueblos pequeños, pues dada la bajísima natalidad y el envejecimiento acelerado, tampoco habrá posibilidad de relevo generacional en las ciudades, y estas comenzarán a perder población, ya lo están haciendo, en unos porcentajes similares a los que en estos últimos treinta años lo han hecho las localidades menores. Este va a ser el gran problema estructural, este es el gran problema de España y de Aragón, pero me temo que la clase política no lo está abordando de manera seria y contundente.

A comienzos del siglo XII Aragón necesitaba pobladores, y Alfonso el Batallador los trajo aplicando dos medidas revolucionarias para la época: les dio libertad y los exoneró del pago de impuestos. Mirar al pasado ayuda a entender el presente y a afrontar mejor el futuro.

*Escritor e historiador