En los últimos tiempos corren innumerables pareceres sobre el flamante delegado del Gobierno en Aragón. Unos proceden de la milicia (curiosas y contradictorias); otros de la sociedad civil (Universidad, ámbitos próximos a amigos de la UNESCO, a organizaciones antiglobalización y medioambientales, o a algún tildado de maestro pero ausente en la toma de posesión). No las tengo todas conmigo a la hora de valorar las cualificaciones requeridas para ejercer tal cargo aunque suelo decir que debemos dar un margen de confianza a don Javier. No obstante, lo del pasado lunes en la Plaza del Pilar con los Príncipes de Asturias es tremendo y merecería un cese fulminante. El heredero carece de privacidad (¿o no es patrimonio de todos, señor delegado?) y cuando al pie de la calle la gente conocía la visita, resulta altamente incomprensible el descontrol y peligro reinantes, justo al lado de Delegación. Una mínima y bondadosa avalancha podría haber armado la marimorena. La Jefatura Superior no actuó con un dispositivo especial porque fallaron los canales cuyas ramificaciones comienzan en Delegación. Menos mal que Belloch y Anadón se prestaron a actuar de escoltas.

*Profesor de Universidad