La vida de la tierra se desarrolla en la corteza. La de las personas también. Los resultados electorales estaban amenazados por el cambio climático de las tres derechas. Los gases del invernadero fascista habían resquebrajado el ozono de nuestra convivencia. Ahora ese riesgo ya es una realidad que ha provocado una seria inundación.

El instinto de supervivencia progresista da otra oportunidad a la izquierda con un futuro de diálogo y entendimiento. Se ha impuesto la razón a la mezcla de bilis y testosterona. Aunque los gases putrefactos no solo se olfatean en la lejanía de Europa, sino que ya forman parte de nuestro aroma parlamentario con un profundo hedor. El impulso de Vox merece una reflexión. No todo su voto es fascista. Sus ideas sí lo son. Hay una crítica anti política en esa papeleta. La ultraderecha representa parte de voto antisistema, así que todos tenemos un problema. Y el PP dos. Rivera ya sabe lo que es el silencio y descansa en paz, políticamente. Su labor de amplificador de Abascal ha sido efectiva. Pero se olvidó de que la gente luego se va con el original.

Casado tendrá que esperar. La estrategia esperantista de Rajoy, y su barba, le han sacado de la miseria hacia la pobreza. Algo es algo.

Iglesias resiste sabiendo que cualquier oferta pasada fue mejor. Pero hay partido. A Sánchez la mayoría le ha dado, de nuevo, el derecho a ser presidente. Tendrá que encabezar en el Estado su estrategia de resistencia frente al cambio político climático. Ahora debe ejercer de Greta Sánchez al frente del Ejecutivo. Ha llegado el momento de gobernar España con el córtex en las Cortes. ¿Hay mejor definición de patria que la que engloba a personas, ideas y territorios, conviviendo en común?