Una de las portavoces de Vox, la diputada Macarena Olona, ha expresado su ferviente deseo de que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, sea prontamente detenido, juzgado, sentenciado, condenado y trasladado con grilletes por la Guardia Civil a una cárcel bajo custodia de los mismos funcionarios de Instituciones Penitenciarias que tiene bajo su mando… En justo castigo, según Vox, por el cese del coronel Pérez de los Cobos, responsable de un informe que compromete al Gobierno por no haber prohibido las manifestaciones de marzo.

Esta inquisitorial soflama de doña Macarena Olona, a cuyo lado Marine Le Pen sería una progre pacifista, no ha tenido lugar en un bar, al calor de unos vinos y de unas banderillas picantes, sino en una tribuna oficial y junto al vicepresidente de su partido, Iván Espinosa de los Monteros, quien suscribió sus palabras. No fueron, pues, meros exabruptos de una deslenguada diputada, sino réplica oficial, ideario, doctrina de partido.

Engrilletar a Marlaska, ¿se imaginan?

Olona no aclara si le gustaría enchiretar al ministro con el modelo actual, tipo esposas, o con aquellos grilletes más antiguos que arrastraban una bola de acero o combinaban doble aro y cadena de la garganta al pie del prisionero.

En cualquier caso, habría que retroceder muy a los albores de la Transición, cuando humearon las pistolas en Montejurra o en el bufete de los abogados de Atocha para toparnos con este tipo de violentos mensajes y amenazas. Sus portavoces eran por entonces miembros de Falange, Fuerza Nueva, Cristo Rey y otros grupúsculos de ultraderecha que igualmente amenazaban con parar los pies, procesar, inhabilitar, detener o encarcelar a peligrosos demócratas como Adolfo Suárez (finalmente, no lo olvidemos, tumbado por la escoria involutiva todavía adherida a la democracia cristiana y al ejército).

Con Vox, estas mismas voces regresan hoy del pantano de la historia, como dragones entre una niebla que va empañando la luz democrática impidiéndonos ver con claridad el día de mañana. No así el pasado, que nos advierte con nitidez sobre los peligros de desear en voz alta a nuestros dirigentes su deshonra y la cárcel.