La historia de nuestro tiempo que, dependiendo de nuestra edad, puede abarcar varias décadas desde el siglo XX se está posicionando en el presente con verdadera insistencia. No sé si es una moda y como tal viene y va, pero lo cierto es que esta industria de la nostalgia está tomando posiciones de difusión empalagosas. Llevamos años recordando el pasado en medios de gran divulgación como es la televisión, en series noveladas, en películas, en documentales bélicos y en musicales. Nuestra infancia, la de nuestros mayores, una y otra vez el gris coloreado nos llena de recuerdos, contribuyendo a que el personal permanezca semana tras semana consumiendo estos productos. No creo que sea añoranza homérica lo que mantiene a estos fieles espectadores, quizá los cambios tan vertiginosos, que se han dado en nuestra sociedad, sean el motivo por el cual exista la necesidad de no querer desvincularse del pasado. Se está creando un refugio aditivo que no hace más que, al final, generar vacíos que no acaban de llenarse. Las nuevas generaciones, la mayoría, no están interesadas por el pasado, para ellas lo ven tan lejano que no existe, ni siquiera el futuro. El presente, solo son capaces de hablar del presente. Para entrar en su órbita hay que presentarles y decirles lo que tenemos, lo que hemos conseguido y lo que falta por conseguir, sin cortapisas, abriendo puertas y ventanas al conocimiento para que se entienda que la sociedad se ha de mover hacia acuerdos de convivencia, de respeto, en la que cabemos todos, pero para ello es necesario que existan referencias, actitudes políticas que no defrauden, honestas, que enseñen lo que es el progreso, que ayuden a conseguirlo, no existe otra manera. El pasado puede servir para aprender, pero no para refugiarnos en él.

* Pintora y profesora