El vicepresidente segundo del gobierno Pablo Iglesias dice que el líder de la oposición, Pablo Casado, «se declara abiertamente en rebeldía y en una posición golpista con la renovación del CGPJ». El presidente del Gobierno ha dicho que el PP pisotea la Constitución. En buena medida, es una negociación entre piratas. Las razones del PP para postergar la renovación -mantener su cuota de poder- no son edificantes; tampoco lo parecen las del PSOE.

En vez de intentar despolitizar las instituciones, los partidos quieren conservar lo que han capturado. Las noticias sobre los intentos de bloquear la investigación sobre la financiación ilegal del PP apuntan a esa misma concepción patrimonial del Estado. Algunas fuerzas de la nueva política, como Unidas Podemos, pretenden entrar en el reparto del botín, no mejorar el sistema.

La retórica de nuestra política es hiperbólica -la exageración abunda en todos los sectores- porque las palabras no significan nada: es pura inflación. El presidente del Gobierno ha dicho que Ciudadanos no ha salido de la foto de Colón, ha hablado de «presos vascos» para referirse a los presos que pertenecían a la banda terrorista ETA y ha dicho en un programa televisivo el contenido de un mensaje que le había mandado el líder de la oposición. Pablo Iglesias, entretanto, aludía en una entrevista a los desaires de Sánchez , que lo ha excluido de decisiones importantes: la cosa quedaba a medio camino entre terapia de pareja y la copla Y sin embargo te quiero. Esto sucede en la antesala de la negociación de los al parecer presupuestos del país, que incluirán un Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia, según el presidente, que suele compensar con polisílabos la falta de contenido. Sánchez e Iglesias disimulan y presentan el auxilio europeo como una oportunidad: casi nos piden un poco más de alegría.

Según el ejecutivo y sus proselitistas, no aceptar lo que conviene al Gobierno supone negar la legitimidad de las elecciones, ser desleal o no tener sentido de Estado, despreciar la Constitución, acercarse al golpismo.

Al mismo tiempo, el Gobierno de España intenta negociar con los que realmente dieron un golpe de Estado y violaron la Constitución, juega con las promesas de indultos y se compromete -en la medida en que puede hacerlo: muy poco- a modificar el tipo penal de sedición para que les salga más barato la próxima vez que intenten aquello que dicen que nunca hicieron y que a la vez prometen repetir. @gascondaniel